Restaurante Tataguyo

Les recomiendo que beban a sorbitos cortos todo lo que este local les ofrece, desde ese humilde y arcaico chigrón que nos recibe tal y como lo hacía a los arrieros que allí almorzaban el día de mercado, hasta el elegante comedor de la buhardilla, pasando por el insoslayable vistazo a la reluciente cocina donde el zafarrancho diario pone los pelos de punta a cualquier profano y el no menos entrañable comedorín de casa de comidas que Juan mantiene igual que estaba cuando se quedó con el negocio.

Es la mejor expresión del eclecticismo hostelero asturiano, el mas digno representante de esta sección que, como explico en el prologuillo, es una segunda acepción del término que indica que no tiene una forma definible, que no se puede encasillar en ninguna categoría establecida.
En este caso, un solo establecimiento reune tal diversidad, que es como un continente de formas que hasta se reflejan en su cocina, porque si lo clásico son sus pescados al horno, como los hacía la abuela, también hay pinitos de nueva cocina y, como no, los tremendos guisotes, como esa sublime longaniza, recuerdo del cocido que se hacía el día de mercado a la puerta de La Tataguya, como aún la llaman los avilesinos de pro.
Comer en las mesas del chigre, entre discusiones acaloradas sobre lo que hizo el domingo el Barça, es todo un espectáculo, un salto atrás en el tiempo, sobre todo cuando ello se acompaña de esta deliciosa longaniza, o de un tremendo pote o, porqué no, de un fastuoso pescado, porque lo mismo te sirven ese virrey al horno en los manteles de hilo de la buhardilla, que en los de papel del chigre.


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