Restaurante Peñalba

Por desgracia para los orientales y yo soy de allí, los mejores pastos marinos del Cantábrico se encuentran en el Oeste, de Cudillero hasta el Eo, por eso hay que darle la razón a Fina cuando dice que en su casa no entra la Nueva Cocina (gracias a Dios).

Ya se pueden imaginar que las peleas, madre/hijo, siguen calientes. “La gente se piensa yo soy repostero, se queja amargamente Avelinín, cuando en realidad lo que a mi gusta cocinar son los pescados, pero como mi madre no me deja ni acercarme a ellos, pues me toca hacer postres”.
La verdad es que no le falta razón y su presencia se ha visto brillantemente reflejada en muchas areas del restaurante, como por ejemplo en su formidable carta de vinos y no estraría mal que Fina le dejase meter mano al menos en las presentaciones y guarniciones, porque el Peñalba es uno de los grandes de España y debería actualizarse un poco. Pero tampoco le falta razón a la jefa cuando lucha por mantener la cocina tradicional, porque si el precio de actualizar sus presentaciones puede poner en peligro esos calamares en tinta, mejor dejarlo todo como está.
El precio del pescado está por las nubes en todas partes y aquí las raciones suelen ser pantagruelicas, por lo que conviene preguntar pesos y precios, porque puede haber disgustos y el caracter de la zona no es precísamente para desear discusiones (“lo debe dar el agua”, me decía un colega del otro lado), por eso y aunque el camarero frunza el ceño, pregunten porque mas vale prevenir que curar.
Hablamos de los postres de Avelino hijo, verdaderas obras maestras que deben planificarse desde el principio de la comida, cuando se elige el menú, limitar las entradas y dejar sitio para los dulces, una trampa para no disparar el presupuesto.


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