Golf y Gastronomía - La Gran Meseta
Este libro, Mis mejores Escapadas de Golf y Gastronomía, salió al mercado en 2006 y ganó el premio Gourmand World Cookbook Awards como la mejor guía de turismo del mundo de ese año.
Si pudiésemos mirar España de perfil, veríamos una especie de gran tarta en cuya superficie habría un multicolor mosaico de razas y costumbres. Sin embargo, esa inmensa llanura jalonada de cordilleras y hendida de valles, a pesar de su medio millón de kilómetros cuadrados, apenas ofrece alternativas para practicar este tipo de turismo que llamamos de Golf y Gastronomía.
Gastronomía hay, y magnífica, hoteles también, y fastuosos, hasta campos de golf, algunos excepcionales, pero cuando no falla una cosa, lo hace la otra.
Lo peor son los campos.
La climatología extrema, el llamado clima continental, reduce las horas y días de juego al mínimo.
Varios meses de invierno en que los campos de golf apenas se pueden abrir porque las heladas no levantan en todo el día. Y otros tantos de verano con soles de justicia que ponen en peligro la vida del artista (¡Ojo! No es broma, en los últimos años han muerto más jugadores de los que se da noticia).
Así cuesta hacer afición y más aún, atraer foráneos que, lógicamente, preferimos climas más templados que permitan la practica de nuestro deporte favorito sin tantas limitaciones.
Además está la amenazante presencia un monstruo llamado Madrid, con más de sesenta mil jugadores que invaden todo lo que haya en un radio de dos horas de coche, lo que supone una traba más que sumar a mi selección, porque sería descabellado recomendar una escapada, por ejemplo al Escorial, sabiendo que, por muy fascinante que sea el campo de la Herrería, nos vamos a encontrar con unos atascos en los desplazamientos tan disuasorios, que el primer día saldremos de naja y al borde de un ataque de nervios.
Al sur de Madrid la cosa está chunga, porque se habla mucho del campo de golf de Layos en Toledo, pero, salvo una macroscópica especulación urbanística, poco más hay que destacar.
Sería bueno que Manolo de la Osa tuviese un campo cerca, con un castillo convertido en Relais & Châteaux, pero no, no lo tiene, y tampoco es cuestión de liarse a desenterrar cabezas de ajos con el Pitch.
Al norte ya podemos hacer alguna excursión, pero con cuentagotas, ya que algunos campos, como los de Valladolid, con esos tentadores asados aguardando el final de la partida, causan más desgana que satisfacción. De hecho, yo voy mucho a Aldeamayor de San Martín, porque allí vive mi querido amigo y hermano, Juan Carlos Daza, el diseñador, entre otras obras de arte, de esta guía, y les aseguro que lechazos me he comido muchos, pero jugar, solo lo intenté una vez y salí escarmentado.
Así pues, de ese vasto altiplano de medio millón de kilómetros cuadrados, solo podemos sacar dos escapadas, eso sí, importantes: La Ruta de la Plata … y del jamón, y Jugando en torno al vino, dos simpáticas alternativas, radicalmente diferentes, pero que tienen en común el handicap del tiempo: ni invierno, ni verano.