Simbología de los alimentos
Estudio esotérico de los productos
En nuestra vida diaria elegimos inconscientemente productos alimenticios siguiendo unos parámetros de elección según el placer organoléptico, hábitos familiares o regionales, la influencia de los reclamos publicitarios o simplemente la comodidad de su uso.
Todo este marketing publicitario es una manifestación del Becerro de Oro, ante cuyo engañoso y atractivo rostro, un cocinero masón no debe sucumbir ya que, cada alimento en sí es un elemento, lo mismo que para un alquimista pueda suponer el azufre, la sal o el mercurio.
En la obra “Las doce llaves de la filosofía” del alquimista Basilio Valentín, escrita en el siglo XV y publicada en 1599, este sabio dice: "Todas las mercancías en venta obtenidas de las minas tienen su precio, pero cuando se falsifican resultan impropias. En efecto: se adulteran para proporcionarles un resplandor ficticio, mas ya no son convenientes, como antes, para crear la Obra".
En otra obra igualmente importante, en este caso “La tabla Esmeralda” de Miguel Sendivogius, alquimista polaco del siglo XVII, en la parte más sustanciosa del tratado, donde condensa el principio mismo de la alquimia que reside en la armonía de los elementos en su concepto esencialmente hermético, dice hablando de cómo han de combinarse y sustentarse: "Son destruidos por la atracción de las intemperancias residentes en los alimentos y elementos que el Eterno ha maldecido...".
Esta relajación de costumbres, es decir, olvidar los principios elementales de los alimentos y consumirlos sin mayor fin que el de la gula, ha llevado a comunidades enteras a verdaderas calamidades, desde el famoso mal de rosa o pelagra, que causó miles de muertes en Galicia por el consumo masivo de maíz casi como único vegetal, hasta el problema actual que está sufriendo Estados Unidos por el excesivo consumo de productos superelaborados que causa esas obesidades tan atroces y enfermizas. Este último caso ha concienciado a la población americana hasta el extremo de que hoy día la mayoría de los jóvenes tienen tal obsesión por la dietética, que la industria alimentaria ha tenido que reciclarse y todas las empresas se han visto forzadas a elaborar líneas "ligth", integrales, ricas en fibra, etc.
Curiosamente la cocina mediterránea, despreciada, criticada y hasta atacada frontalmente durante décadas por las culturas sajonas, se ha revelado como la más equilibrada, completa y sana de cuantas existen en la tierra. El consumo de legumbres, aceite de oliva, harinas sin refinar, pescado azul, ajos y otros artículos miserables durante el siglo anterior, se ha convertido en el mejor remedio contra el colesterol, la arteriosclerosis, el infarto, etc., enfermedades de indudable origen alimentario y que son el azote de la sociedad industrializada actual.
La medicina más avanzada está reconociendo la bondad de remedios, costumbres alimentarias y aspectos paramedicinales que las culturas antiguas conocían y utilizaban desde hace siglos de forma empírica. Gracias a las nuevas tecnologías y a los avances producidos en el campo analítico, los mismos médicos que hace años prohibían productos como el bonito, las sardinas o el aceite de oliva, hoy los recomiendan en patologías de origen cardiovascular. Tan importante ha sido este nuevo giro que ha dado la medicina dietética que hoy ya se conoce mundialmente esta forma óptima de alimentación como "La dieta mediterránea".
¿Es una casualidad que los países mediterráneos tengan la dieta más sana y completa del planeta? Yo creo que no.
Si prescindimos de precisiones puntuales, tecnicismos étnicos, o prejuicios hipócritas, las culturas más avanzadas de la tierra, aquellas que ya tenían elevados conocimientos de Geometría, Matemáticas, Medicina, Biología, etc., nacieron en torno al Mediterráneo. Según nos indica nuestro origen histórico, hace ya 6000 años nuestros antepasados cuidaban la alimentación hasta el punto de que a través de sus leyes, siempre recogidas bajo forma de religión, se determinaba la frecuencia de los ayunos purificadores a las que debían someterse todos los colectivos humanos, qué productos no debían consumirse, o qué precauciones debían tomarse con algunos de ellos. En la Torah se especifica qué alimentos son sagrados, cómo ha de despiezarse un ternero, o cómo limpiar su hígado para que su carne no sea impura y el quesser o el rabino puedan ponerle su sello de garantía.
Sin embargo los pueblos bárbaros, me refiero a aquellos que provenían del norte y que podemos considerar como originarios de las culturas germánica y anglosajona, apenas tenían otra preocupación que llenar su estómago con la mayor cantidad de proteínas animales que encontrasen. No digo esto en tono peyorativo, sino como realidad social, ya que para combatir el intenso frío de los lugares de donde procedían, no tenían otro remedio que comer todas las calorías que pudiesen. Además, y debido a la pobreza de sus tierras y al clima extremo, carecían prácticamente de agricultura, y por tanto su dieta era casi exclusivamente cárnica.
Por tanto, no creo que la bondad de la dieta mediterránea sea una casualidad, sino más bien el fruto de miles de años de ciencia alimentaria, empírica sí, pero absolutamente eficaz.
Este libro evidentemente no es un tratado de nutrición, dietética o bromatología, pero no olvidemos que la mayoría de los simbolismos religiosos tienen una base material empírica. Los responsables de los colectivos humanos antiguos, los sacerdotes, habían comprobado la bondad de determinados alimentos, atribuyéndoles funciones mágicas y que hoy en día sabemos cómo actúan sobre nuestro organismo a través de métodos científicos.
En este capítulo vamos a explicar la magia propia de cada producto, y en aquellos casos en que mis limitados conocimientos me lo permitan, la base científica de porqué unos son benefactores y otros deben evitarse. En realidad lo que les quiero trasmitir a través de todo este libro es que lo peor de todo es comer a ciegas.
Una buena parte de nuestra sociedad hace las cosas sin saber porqué. Ni lo que hay detrás, ni lo que implica consumir tal o cual artículo. Nosotros los masones no tenemos porqué ser hombres de ciencia, ni que tener conocimientos profundos de bromatología, pero uno de los aspectos que nos caracteriza externamente a los ojos de los profanos, es nuestra curiosidad, nuestro afán por conocer el mundo que nos rodea, ese mundo invisible para quienes no han recibido la Luz. Por eso tampoco debemos comer a ciegas. Decía un médico amigo mío, que a él le sabía mejor el tabaco que a los demás, porque como sabía perfectamente el daño que hacía cada vez fumaba un pitillo pensaba: "Esto supone un mes menos de vida así que hay que aprovecharlo bien".
Yo he comprobado, casi con rigor científico, que cuando explico a algún comensal la elaboración de un plato, sus virtudes organolépticas o incluso dietéticas, éste disfruta y valora mucho más la receta que si lo probase sin más preámbulo. Sirva usted una simple merienda de pulpo, pan y vino, pero cuénteles a sus invitados la curiosa historia de la receta del ‘pulpo a feira’ y las maravillosas simbologías esotéricas del pan y del vino, seguro que disfrutarán de esa simple merienda tanto como si les hubiese servido la más completa y sofisticada cena. No les diga nada y seguro que comentarán que vaya cena más cutre y triste. Todas las cosas bellas de esta vida cuando se conocen un poco en profundidad resultan aún más apreciadas. Un buen cuadro, una sinfonía, incluso algo tan histriónico como el cine, cobran una nueva dimensión cuando se han adquirido ciertos conocimientos sobre la obra que se va a contemplar. En el caso de la gastronomía ésta es una de las facetas de este libro, quizás un poco lúdica, pero creo que realmente interesante.
El otro aspecto de este capítulo es el de mejorar nuestra calidad de vida y nuestra salud a través de una alimentación más sana y equilibrada, lo cual ya es menos divertido pero igualmente importante.
Cada producto ingerido tiene un contenido energético que debe ser conocido y colocado de forma que contribuya a un fin determinado, rodeado de otros colaterales complementarios y aislados de los neutralizantes. Ningún producto puro es bueno o malo por sí mismo, simplemente es útil para uno u otro objetivo, y en función de la cantidad correcta, hasta los venenos más potentes pueden ser útiles usados de forma adecuada. Sólo se pueden considerar desaconsejables y negativos, los compuestos creados sin el previo conocimiento del potencial de los principios activos que lo integran, así como los productos sintéticos en cuya estructura intervienen elementos completamente desconocidos para el consumidor, tales como plásticos comestibles, grasas polisaturadas, residuos animales, etc.
En cuanto al método para analizar los mensajes esotéricos de los productos, las fuentes más utilizadas han sido los libros sagrados de las principales religiones, fundamentalmente mediterráneas y consecuentemente el Antiguo Testamento. En algunos casos y por la trascendental simbología que algunos alimentos muestran en culturas orientales, citamos su contenido, aclarando que tal o cual interpretación procede de sintoísmo, del Zen, del Islam, etc. Algunas simbologías mágicas como el método secreto de encantamientos islámicos del Da'Wah son mencionadas con la debida prudencia, ya que implican ciertos objetivos oscuros, a pesar de ser considerados como lícitos en la tradición mahometana y reconocidos como ciencia por ilustres sabios (véanse los cuadros del Jawâhiru'l Khamsah, del tratado de Sheikh Abûl Muwwayid del Gujerat). Y eso que este ritual de encantamiento contempla todo el proceso de ayunos, abluciones y régimen alimentario que debe meticulosamente observarse durante las ceremonias de exorcismo.
La simbología de los alimentos
En este extenso capítulo pretendemos mostrar las diferentes simbologías esotéricas que se atribuían en las diferentes religiones antiguas a los principales alimentos.
Algunos de estos productos no están directamente vinculados con los rituales masónicos tal y como hoy día se conocen, pero conviene tener en cuenta dos preceptos:
1. La masonería es universal, y por tanto un japonés no tiene porqué renunciar a sus ideales masónicos ni a sus creencias religiosas sintoístas por el hecho de que su cultura no tenga orígenes hebraicos. De ahí que procuremos citar todos los contenidos esotéricos que hemos detectado en cada alimento, y que puedan servir de pauta para ser elegidos o rechazados según su mensaje hermético. Ésa es a mi juicio una de las más excelsas glorias de la masonería: no imponer ningún credo ni ninguna religión, sino exponer ante cada masón la sabiduría de cada una de ellas para que, a su libre albedrío, interprete toda la grandiosidad que el G.·.A.·.D.·.U.·. ha expresado al hombre a través de sus múltiples manifestaciones.
2. Una gran parte de la tradición masónica, sobre todo la referente a las costumbres sociales fuera de la logia, como es el caso de la comida, se ha perdido por ser de transmisión oral y dejar de practicarse durante la etapa especulativa, lo cual explica que muchos de los rituales aquí citados pudiesen ser propios de los antiguos masones operativos, aunque hoy día se hayan abandonado e incluso olvidado.
Para los lectores profanos que accedan a este libro y que sin duda se verán sorprendidos por las repetidas citas que en esta simbología hacemos a la Biblia, les quiero hacer también algunas puntualizaciones en este sentido:
- La masonería no es una Obediencia enfrentada a ninguna religión, y menos aún al cristianismo, en cuyo seno nos hemos desarrollado operativa y especulativamente, y tan sólo ha habido enfrentamientos con la Iglesia católica por haber sido ella quien nos ha atacado obsesivamente durante siglos, al condenar nuestros principios éticos de Democracia y de respeto a los Derechos Humanos.
- El cristianismo es una religión abierta, optimista, de liberación del hombre, de igualdad social y de amor fraterno, por lo que concuerda en todas sus ideas primitivas con la masonería. Aunque posteriormente el catolicismo romano la monopolizase para mercantilizarla distorsionando la verdadera y primitiva religión que predicó Cristo.
- Retrocediendo un poco más hay que partir de la base de que el propio cristianismo no es más que una variación del judaísmo, ya que tanto Jesús como todos sus apóstoles y discípulos, eran judíos y nunca renegaron de su religión, salvo para introducir sus nuevos conceptos de Amor, Libertad, Tolerancia y Perdón Divino.
- Y para terminar, y remontándonos aún más en el tiempo, hay que recordar que la Biblia no es un libro católico, ni cristiano, ni tan siquiera judío, sino un compendio de todas las santas escrituras que fueron apareciendo a lo largo de los siglos, desde el origen del hombre en aquellos lugares de Oriente Medio de donde procede nuestra cultura, quizás desde que el hombre recibió la Luz, hasta nuestros días.
Los escritos del rey Salomón constituyen una buena parte de la Biblia, aunque hábilmente mutilada a lo largo de los siglos en que la censura eclesiástica retorció su contenido hasta darle una forma incongruente pero aceptable por su moral: "Los padres de la Iglesia han descubierto con mayor fundamento el matrimonio perpetuo e indisoluble de Cristo con la Iglesia; Solamente entendidos los Cantares de Salomón en este sentido, usa la Iglesia de ellos en el Oficio Divino, y aún ésto contodas las precauciones necesarias" (advertencia previa al Cantar de los Cantares en las Biblias católicas).
Por tanto e independientemente de que un masón sea cristiano, musulmán o agnóstico, de que el libro sagrado de la logia sea la Biblia o la Constitución, lo cierto es que en la Biblia encontramos toda una simbología indisolublemente ligada a la masonería: "El hermano que es ayudado por su hermano, es como una plaza fuerte" (Prov. 18, 19), porque ambas se gestaron simultáneamente en el origen del hombre sabio, en el Templo de Salomón, o quizás antes.
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La versión PDF cuenta con 401 páginas, 295 menos que en la edición impresa, pero el contenido es exactamente el mismo, aunque reformateado para permitir su circulación por la red (3,3Mb).
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