Restaurante De Torres

Albergue de esquiadores y cazadores, el comedor de esta casa fue siempre esa mezcla de casa de comidas/refugio, donde los habituales eran como de la familia y hasta les parecían bien todas las incomodidades y apretones de las avalanchas turísticas.

Hoy, tras la gran reforma, su elegante comedor nos impide ubicarlo en ese entrañable apartado.

La verdad es que para quienes no disfruten de la taxidermia, el antiguo comedor era bastante tétrico, encajado al fondo del local, con fluorescentes y cabezas de venados que te miraban como diciendo: «Canalla, ¿te vas a comer a Bamby?».

El nuevo, manteniendo el carácter cinegético y radicalmente Burberry, da a la calle, es alegre y confortable, invita a esa larga y plácida sobremesa de invierno, después de un día de nieve o de caza por los montes vecinos.

La afición de Manolo por estas lides le ha llevado a montar una sala de despiece industrial a lo grande, donde procesa el resultado de las monterías y prepara chacinas y embutidos con carnes de jabalí, venado y xatos del concejo, por lo que conviene tener en cuenta la tiendina que ha montado junto a la fábrica para aprovechar el viaje y llevarse bajo el brazo algún chorizo, morcón o cecina y en la panza otro tanto.

También abrieron una sidrería de cazadores, vamos, que tienen medio pueblo y es referencia imprescindible para quienes practiquen esta pasión.

La cocina es sencilla pero sabrosa.
La fabada y el pote excelentes, las croquetas divinas y los guisos de caza, a la antigua usanza, o sea eso, justo lo que uno desea encontrarse cuando se desplaza hasta este lejano valle.

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