Restaurante La Nansa

En la pasada edición de la guía hacíamos referencia a este pequeño, casi diminuto comedor, en el comentario de su vecino, El Rompeolas, como “El otro sitio donde se podía comer en Tazones”, este año nos parece de justicia que cada cual tenga su página.

Situado al final de la calle que baja hasta la playa, hay que mirar bien los letreros porque este es aun mas pequeño que El Rompeolas.
Juan es uno de los grandes expertos en vinos que hay en Asturias (fue alumno mío, así que imagínense lo que sabe), pero su carta no es muy extensa por razones obvias de espacio (casi resulta un milagro que puedan desenvolverse en tan reducido espacio), aunque su selección cubre mas que de sobra las necesidades, porque allí se va a otra cosa.
El comedorín, situado en el primer piso, es tan diminuto como entrañable y si tenemos la suerte de estar situados en una de las mesas que lindan con la galería (hay un 50% de oportunidades porque tres mesas son exteriores y otras tantas no), las vistas sobre el puerto son tan apetecibles como los propios centollos que nos recomendará Juan, si es que ese día han entrado buenos, porque es imprescindible ponerse abiertamente en sus manos y aún así a veces se equivoca, porque los crustáceos son animales tan herméticos, que no dicen lo que llevan en su interior hasta que se han abierto y por tanto pagado, traidores que vengan cara su muerte, tanto para el comensal como para el hostelero, que en este caso, les aseguro que sufre cuando alguna pieza sale “rana”.
María del Mar prepara los pescados al estilo tradicional, que es la mejor forma y sus postres también son caseros, así todo en orden.


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