Huevos a la maragata
Cuando mi cuñado Alfonso me habló de este plato, lo primero que pensé es “Os habéis pasado. Esto ya sí que es una chorrada, porque mira que echar “Refrito” a unos huevos fritos, eso es el colmo”, pero si una de las personas más inteligentes y ecuánimes con que me he topado a lo largo de mi vida me dice “Pruébalo”, yo lo pruebo, aunque sean “Huevos fritos con refrito”.
Lo hice y, aunque soy poco amigo del pimentón y menos aún del “Refrito”, les aseguro que merece la pena.
En este caso no les remito a la receta del “Refrito maragato”, porque hay que variar un poco el orden.
Pelamos y despachurramos los ajos y los freímos en aceite de oliva.
Cuando estén dorados, los retiramos y en ese aceite freímos los huevos de cualquier manera.
Los retiramos a un plato caliente y, en el aceite que queda, añadimos la correspondiente cucharadita de pimentón que removemos hasta que quede bien disuelto.
Aliñamos con unas gotitas de vinagre de jerez y vertemos el Refrito sobre los huevos.
Ahora viene lo más escatológico.
Con un tenedor, desbaratamos los huevos haciendo una especie de revuelto salvaje y servimos.
Ha de ser así. Yo intenté varias formas más civilizadas, desde hacer unos huevos revueltos y perfumarlos con una ajada, hasta servirlos enteros y que cada cual elija si quiere mojar pan en la yema. Bueno, pues no, ha de ser así. Al menos prueben una vez y obren en consecuencia.
Un vino para cada plato
Debe ser la peor combinación del mundo para un vino, porque entre los ahumados del pimentón y los azufrados del huevo, no hay tinto que resista la prueba, salvo un buen borgoña, pero quizás sea excesivo. Por contra una buena cerveza helada hace milagros y refresca el gaznate, que buena falta le hace después de la prueba.
Según mi cuñada Loli, que es la mayor autoridad mundial en antropología culinaria maragata y por tanto la asesora técnica de este trabajo, los huevos a la maragata se hacen simplemente espolvoreando un poco de pimentón crudo sobre los huevos fritos, rociando todo con un poco de su propio aceite y despachurrándolos a continuación.
Yo lo he complicado un poco más porque me parecía demasiado corto el texto de la receta original, pero la reseño porque ella no solo es una magnífica cocinera y maragata desde sus más remotos ancestros (si fuera vasca, pondría una retahíla de apellidos raros en su tarjeta, pero como Blas, Carro o García suenan a poco, pues se conforma con serlo sin pregonarlo), sino que es tan maragatísima, que hasta se casó vestida con ese traje regional y conserva los datos trasmitidos de padres a hijos desde su tatarabuelo, que era arriero, como no, y por tanto su ortodoxia es incuestionable.
Pueden ver más recetas de esta región pinchando en La Cocina Maragata.