Huevos revueltos con algas y bacalao
Publicado en el diario Diario El Comercio, año 1998.
INGREDIENTES PARA 4 PERSONAS
1 lata de algas
250 grs. de migas de bacalao
8 huevos
4 dientes de ajo
1 Latita de aceitunas negras sin hueso
AOVE
No puedo entrar en la descripción de la receta portuguesa porque es bastante complicada, y por mucho que les explique lo que es, si no se prueba, no se puede uno imaginar lo exquisita que resulta, pero para quienes sean aficionados a esta cocina, sí decirles que intenten este plato, no es lo mismo, pero tiene mucha gracia.
En cuanto al revuelto de marisco, en aquel restaurante ribadense le ponían los consabidos langostinos congelados para darle empaque, y claro, no pasaba de la simple horterada, pero haciéndolo solo con berberechos naturales, recién abiertos al vapor, les aseguro que es un plato inolvidable.
La Receta
Como es preceptivo, el bacalao debe desalarse dos días antes. En este caso se pueden comprar un media sal, o incluso unas migas, porque va ir desmenuzado, y nos podemos ahorrar unos duros, aunque bien mirado, la verdad es que es el chocolate del loro, y donde esté un buen Feroe, que se quiten las miserias.
Como vamos a usar algas de lata, estas se deben lavar un poco para quitar conservantes, y luego poner a secar sobre un paño.
En una sartén ponemos los ajos cortados el láminas a freir en aceite de oliva virgen y antes de que empiecen a tomar color, añadimos el bacalao desalado y partido en trocitos.
Se rehoga todo bien y se añaden las aceitunas negras cortadas en tiras (para quitarles el hueso).
Se sigue rehogando a fuego suave y se incorporan las algas, que como estarán más o menos secas, no saltarán.
A continuación, y esto ya debe hacerse al momento de comer, se añaden, los huevos, previamente cascados en un bol, pero sin batir.
A partir de aquí hay que tener un poco de habilidad para remover todo el conjunto sin romper las yemas, de esta forma podemos ir cuajando las claras, pero sin terminar el plato.
Cuando las claras estén bien cuajadas, rompemos las yemas, y seguimos revolviendo hasta lograr el punto de jugosidad deseado.
Esto se hace así porque a nadie le gusta la clara cruda, sin embargo a todos nos gusta moja en las yemas, y con esta técnica se logra una gran cremosidad, pero sin riesgos de encontrar restos de clara transparente.
Se debe servir bien caliente, y sobre rebanadas de pan frito resulta un puntazo.
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