Ensalada de pepino con albahaca
No se piensen que esta retahíla de ingredientes es el resultado de haber hecho una razia de esas que los rancheros con aspiraciones a creativos suelen hacer por la nevera, lo que sucede es que hay combinaciones muy antiguas que obedecen a ciertas funciones, como poner el sésamo cada vez que se aliña algo con ajo crudo, para evitar que este repita y provoque mal olor de boca.
También es un clásico esa mezcla de albahaca, ajo, parmesano y piñones (se me habían terminado y por eso puse almendras, como ven en la foto, que tampoco desmerecen), el mundialmente famoso Pesto genovese, un auténtico antiséptico, con un sabor insuperable.
Por otro lado están los tomates secos, un acompañamiento insuperable de los pepinos y de los que ya di cuenta en la receta de la ensalada Pepinos con tomates secos, por lo que voy a volver a arremeter contra los agricultores levantinos, que sin duda ninguno leerá estás páginas porque ya tienen bastante con el Marca y el Boletín Oficial de la Provincia, o donde quiera que se publiquen esas subvenciones que, después de saber que ha ganado el Barça, son su único objetivo den la vida.
Por lo demás, y aún a costa de parecer un poco barroco, les aconsejo que hagan la prueba tal cual se lo narro, porque la combinación de sabores es inimaginable, dulces, ácidos, amargos, salados y otras mil percepciones aromáticas que paso de describir porque resultaría demasiado barroco, o incluso pero, tan pedante como un gastrósofo de aldea.
La receta
En una sartén, freímos unos taquitos de jamón ibérico (cuando cortamos un jamón o paleta, siempre quedan trocitos de tocino que contienen algo de carne, y estos debemos guardarlos en un túper con aceite, porque son un condimento delicioso) y los reservamos en seco.
En esa grasita licuada, pasamos los piñones (en esta ocasión almendras picadas, pero son mucho más ricos los piñones) y reservamos en la propia sartén, con la grasita y todo.
Cortamos los pepinos con una laminadora, o a cuchillo, si les gusta que las lonchas sean más gruesas.
Los tomatillos en aceite, las hojas de albahaca y las aceitunas negras, se pican más o menos groseramente.
El ajo debe ir muy menudito, más pequeño que granos de arroz.
En una ensaladera, ponemos todos los ingredientes que hemos preparado y rallamos el Parmesano por encima.
En un bol, ponemos un buen chorro de aceite, la sal, pimienta negra, la copita de agraz y las semillas de sésamo, o ajonjolí, que dicen en América. Batimos bien con un tenedor o agitar de varillas y rociamos la ensalada.
Ya solo hay que revolver y presentar.
En las fotos ven que hice una mariconada con el pepino, pero solo es por fardar, porque en realidad la comimos como en el platito pequeño.
Esta ensalada, que es la misma que la de Pepinos con tomates secos (se me había olvidado que ya estaba escrita y que solo faltaban las fotos, pero como la otra no quedó mal, me dio pena tirar una mañana de trabajo y por eso dejé las dos), la pongo como plato para diferenciar ambas, pero del vino he decir lo mismo. En esta ocasión la tomé con un besugo al horno, aunque cuando la probé me di cuenta que ambos platos estaban deliciosos, pero cada uno por su lado. Había abierto un albariño de La Val porque, al no demasiado perfumado, acompaña bien al pescado. Lo probé con la ensalada y triunfó, porque sabía aún más afrutado.