Olivares
Tinto Dulce
Si hace dos décadas la recuperación de los grandes Pedro Ximenez fue tema obligado entre los buenos gourmets y en la pasada, cogieron la plaza los nuevos moscateles frescos, en estos momentos los tintos dulces son los lideres indiscutibles en el apartado de los postres y/o sobremesas cultas, porque, salvando a los grandes vintages, no hay Oporto que se pueda acercar ni de lejos a estos vinazos.
Ya nos decía el maestro Pascual Herrera en los cursos de cata de la Complutense: El día que se vinifique bien la Monastrell, os vais a caer de espaldas y así ha sido.
La hasta hace dos días desprestigiada Jumilla (y con razón, porque sólo hacían infames graneles de batalla), ha sabido replantearse las vinificaciones de su uva autóctona y tanto en vinos de mesa (veanse Carchelo y Hécula) como en estos dulces, hay que sentarse despacio para sacar todo lo que llevan dentro porque muy pocos grandes vinos del mundo llevan tanto dentro.
Para mí este Olivares es el mejor de todos los tintos dulces que están actualmente haciendose en España,... y en el mundo, porque si la intesidad de sus sabores a compota de ciruela negra vuelven loco a cualquiera, más destacable aun es que, gracias a su acidez, aromas balsámicos y toques minerales, no resulta en absoluto empalagoso y sí complejo y alegre.
Sugerencias:
Tocinillo de cielo con leche merengada (Real Balneario).
Ni el vino necesita postre, ni el postre vino, porque ambos son una auténtica orgía de sabores, el Nirvana de los llambiones (yo soy poco goloso y aún así con ambas golosinas me pierdo), no obstante la mezcla es explosiva, quizás para algunos, hasta demasiado voluptuosa.
Publicado en el libro Asturias gastronómica, año 2.003. El nombre entre parentesis corresponde al restaurante donde se prepara el plato (mas información en el botón Restaurantes de Asturias).