Canapés de Surimi
Se preguntarán ustedes ¿qué hace un chico como yo preparando un Surimi como este?, bueno, pues la respuesta es sencilla, desde que me he convertido en un pobre desdentado que lleva días alimentándose exclusivamente de Sopas frías (Gazpacho y Vichyssoise), maravillosas por cierto, me entró el capricho de morder algo (es un eufemismo porque como no lo haga con las orejas...), y me preparé este canapé.
Ahora voy a ponerme con los Sándwiches de lechuga, que me encantan, pero de momento me quité el mono con esta gochada.
En realidad el Surimi, Surumi, Kamabok o Kanikama (abreviación de kani-kamaboko), es una preparación muy elegante de la cocina japonesa que se remonta al siglo XIVd.C.
Según algunos autores incluso aparece ya reseñado en escritos de hace 900 años como una preparación imperial.
Cómo todas las grandes preparaciones, esta requería de un largo proceso mediante el cual se recogía carne de pescados blancos y se trabajaba con otros ingredientes como clara de huevo, almidón, aceite, etc. De este modo se elaboraban unos moldes que se servían a guisa de marisco limpio, tanto en platos de sashimi como en cocidos.
En el año 1960, el profesor Nishitani Yōsuke del Instituto Pesquero Experimental Hokkaido, ante el descomunal aumento de las capturas que provocaron las nuevas técnicas de pesca, diseñó un proceso industrial para fabricar diferentes productos llamados Kanikama (カニカマ) o palitos de cangrejo, imitando las cotizadas patas de Cangrejo de Alaska o Real Ruso (Paralithodes camchaticus), también comercializado como Chatka.
Cómo era un producto insípido, le añadió saborizantes y colorantes hasta hacer una extensa gama de presentaciones que podía imitar desde una cola de langosta, hasta una vieira.
El éxito fue instantáneo, sobre todo por su bajo precio, entrando a formar parte de muchos platos tradicionales como el Ramen, los Makizushi, y las grandes sopas como el Buta-Jiru o el Kani no Mishujiru, donde es casi imprescindible.
En los años ochenta, una empresa española, cuyo nombre me niego a señalar, se hizo con la patente y empezó a fabricar estos productos, añadiendo uno inimaginable en Japón: las angulas, y hoy los tienen hasta en la tienda más cutre del pueblo más infecto de las Hurdes.
La receta
¡Vaya rollo! Lo que pasa es que la receta es como de anuncio de televisión, o sea, apta para deficientes mentales.
Como este plato está diseñado para desdentados, es preceptivo cortar todos los ingredientes a tamaño diminuto, como guisantitos.
Ponemos una rebanada de pan de molde sin corteza (para no atragantarnos) y encima una cama de lechuga cortada en juliana muy fina, incluso más picada de lo que se ve en la foto.
Picamos el huevo duro y el surimi, y los mezclamos con la Mahonesa, que incluso puede ser Mahonesa de anchoas, que está deliciosa.
En el segundo canapé puse un poco de zanahoria rallada, y estaba mucho más sabroso, pero me quedé sin luz para hacer la foto.
El adorno del pepinillo es una ordinariez y además hay que picarlo para poder comerlo, así que no lo pongan cómo hice yo porque es un error, mejor, bien picadito, incluso queda más mono.
Un vino para cada pincho
Para beber un buen vino no hacen falta dientes, de modo que, ya que no podemos meterle mano a unos percebes, al menos disfrutar de un buen vino. Yo me apreté media botellita de Monte Blanco, que con la mahonesa siempre sabe a gloria, incluso con surimi.