Anchoas con queso
Noviembre 2007
En realidad esto no es una receta porque abrir una lata de anchoas, cortar unas lascas de queso y disponer todo en un plato, pues ya me dirán qué ciencia tiene, pero como parece que los derroteros de la nueva cocina van por ahí, o sea, no dar ni hachazo (se llama cocina de montaje) y como ustedes, señores lectores, han elegido esta sección por abrumadora mayoría, pues voy a proponerles unos cuantos montajes de esta calaña, que siempre gustan y hasta quedan muy monos cuando llega una visita intempestiva.
Es importante elegir unas buenas anchoas porque últimamente, con la esquilma de boquerones que han hecho los franceses en el Cantábrico, están llegando a nuestros mercados unos bichejos en salmuera, sabe Dios de donde, que saben a demonios, así que vayan a las marcas seguras y de garantía (las de Lolín de Santoña y las Telva de Lastres, siguen siendo excelentes y, si tienen presupuesto, Don Bocarte y Sanfilippo, son las mejores, aunque se pasan siete pueblos con el precio).
Respecto al queso no escojan los curados, ni tan siquiera demasiado buenos, porque un manchego con D.O., es una delicia, pero para comerlo a palo seco, con un poco de pan candeal, pero no mezcla bien porque tiene sabores propios que pueden arruinar la combinación.
Por aquello de que no parezca que han cogido el queso de sandwich de los niños, pueden usar cualquiera de los llamados “tipo manchego” y a ser posible de Castilla la Vieja, o sea, Castilla –León (es que yo fui al colegio cuando Franco), porque por tierras de Zamora los hay muy dignos y que, en su variedad de semicurados, funcionan muy bien.
El tercer ingrediente es el pan (hay quién les pone un poco de aceite de oliva, pero apenas se nota y te pones las manos pingando), y ahí con la iglesia hemos topado. Hoy día en España es más difícil encontrar un pan como Dios manda que un buen hígado de pato micuit (pueden ver más al respecto en Panes-de-verdad). Quizás la solución más fiable, aunque salomónica, sea recurrir a esos colines que venden envasados, ya sean picos, grisines, etc. Saben a harina de trigo y están crujientes, así que sirven.
Un vino para cada pincho
Sin lugar a dudas el mejor acompañamiento de las anchoas es la cerveza. Los franceses del Roussillon, que son como los catalanes del norte, afirman que sus vinos tostados (como nuestros amontillados, pero en malo) son óptimos y los catalanes de España, dicen que el cava es insuperable. Claro que también están los vascos que defienden el chacolí y los riojanos el tintorro del año. Piensen que no solo hay anchoas, sino también queso, por lo que un tintillo de cosechero bien fresquito no es ninguna aberración. Como diría cualquiera de esos imbéciles que escriben de gastronomía porque no les dejan hacerlo de ingeniería aeronáutica, lo más importante es la compañía y el buen humor.