Tártara
Hace muchos años, cuando un servidor de ustedes trabajaba en hostelería, no había restaurante de lujo que se preciase de tal que no ofreciese a sus clientes una salsera de plata con este mejunje para acompañar el pescado a la plancha, atrocidad que hoy día ya no se práctica, aunque yo suelo reclamarla, no solo para hacer la puñeta, sino porque sobre las patatas al vapor de la guarnición, resulta una verdadera golosina, si es que me las pusieran, claro, porque ya no sirven ni aquellas patatitas torneadas que tanto criticaron los gourmets de los ochenta, pero que todos comíamos con fruición.
En realidad la salsa tártara no es más que una mahonesa mezclada con un picadillo de huevo duro, alcaparras y perejil, en algunos casos con cebolla cortada muy fina y en brunoise, o incluso con pepinillos en vinagre igualmente troceados en fino. A mí me encanta meter también unas anchoas picaditas, pero eso ya es menos ortodoxo.
Conviene hacer la mahonesa con vinagre en vez de con limón, para acompañar el sabor del resto de los ingredientes. Piensen que el huevo duro empasta la salsa, mientras que los encurtidos alegran el sabor, en esa mezcolanza está la gracia.
Obviamente se puede hacer con mahonesa de bote, de hecho es un buen truco para enmascarar esos sabores dulces con que esos herejes de la cocina industrial envenenan sus pócimas para que los niños se hagan adictos. En este caso conviene añadir también un chorrito de vinagre.
Aunque dos basuras juntas no dejen de ser más basura, esta pócima es muy útil para hacer comestibles esos preparados ultracongelados a base de pescado que llaman Merluza a la romana y cosas por el estilo.
También se puede perfumar con alguna hierba fresca como albahaca, cilantro, apio, etc., pero ya no es realmente una tártara, entonces ya se le pone el nombre del ranchero con pretensiones que haya inventado la performance. Por ejemplo, si usted es Jalapa, le puede poner unos chiles encurtidos, llamarla Salsa Jalapeña y quedarse tan contento.
Reconozco que es un engrudo, pero a mi me encanta. Algún pecado tenía que tener.