Salsa de pimientos rojos frescos

En muy raras ocasiones se inventan salsa nuevas en la cocina, y desde luego esto no sucede nunca entre los cocineros noveles que, con la imaginación y la testosterona a 200km/h., dan por hecho que esa deliciosa de mezcla de albahaca, piñones y Parmesano, les llevará la cumbre de la fama, sin llegar a deducir que, algunos años antes, ya la habían probado con el nombre de Pesto genovese.

Con ocho añitos inventé una válvula. Me pareció una idea genial así que, como dibujaba muy bien, preparé un croquis a tiralíneas y compás (no existían los Rotring) y se lo mostré a mi padre quién, displicentemente, me contestó: “Sí eso se llama válvula anti-retorno de compuerta, que usaban los árabes para regular las acequias”.
Huelga decir que fue mi primer y último invento.

Hoy, con más de mil recetas propias, he descubierto una salsa nueva.

La Génesis. 

El jueves santo del 2009, mi ex mujer compró un pixín negro de dos kilos ¡Soberbio!
Decidimos hacerlo en fritos, bocado tan sencillo como sublime, como lo es habitual en toda la cocina tradicional preparada con buenos productos, manos expertas y mucho cariño.
Era poco, aunque la cantidad fuese como para seis, así que decidimos hacer un Tabulé.
Entonces se me ocurrió acompañar todo con un Tsakski, pero, como se me había acabado los pepinos, pues cambié la fórmula y cogí un pimiento rojo.
El resultado fue brutal.

La receta 

No hay ningún otro misterio que acertar en las proporciones que deben variar según la intensidad de los ingredientes, los gustos de los comensales, y los platos que la acompañen.
Se mete todo en la minipimer y se tritura hasta que quede bien triturado.
Es mejor dejarlo reposar algunas horas para que se conjunten los sabores y servir frío, aunque recién hecho también sabe de muerte.