Nabos rellenos de oricios
Publicado en el Diario El Comercio, año 1996
A simple vista puede resultar chocante rellenar nabos con oricios y no le quito la razón a quien considere este plato de Nueva Cocina, entre otras cosas porque lo acabo de inventar y por lo tanto mas nuevo no puede ser, pero cuando lo prueben, seguro que habrá alguien que diga: “Esto yo lo comí hace muchos en un chigre de ...”, y es que los sabores son de lo mas tradicional de la antigua cocina asturiana.
Pero vamos al asunto coquinario porque si bien la receta no reviste mayor complicación, incluso yo diría que son bastante mas faciles de preparar que las patatas y no digamos ya que las cebollas, sin embargo llevan su tiempo y es imprescindible entender el concepto fundamental del plato, su alma.
Elaboración:
Empecemos por elegir nabos pequeños y uniformes, de modo que una vez pelados obtengamos unas piezas del tamaño de un huevo de gallina.
Como digo se pelan y se les corta una tajadita de la extremidad para que se asienten bien en la besuguera.
Por la parte del tallo se cortan también y con un descorazonador se extrae una porción del interior. No hace falta ahuecar mas porque el sabor de los oricios es fuerte y por tanto no necesitan gran cantidad en su interior. Lo mas rico es la carne del nabo en sí.
Una vez así preparados, los aliñamos con un poco de sal, pimienta, una pizca de azucar y unas gotas de limón. Los ponemos en una sartén y los salteamos con mantequilla hasta que tomen un bello color dorado.
Cuando ya hayan tomado color, añadimos en la misma sartén una taza de caldo casero de pollo y dejamos que vayan cociendo despacito hasta absorber por completo todo el líquido.
Mientras se hacen, sacamos las gónadas de los oricios y las reservamos en un bol. Digamos que lo mas engorroso ya está hecho, porque lo que falta es coser y cantar.
Terminación del plato.
En una besuguera pondremos un poco de mantequilla y colocaremos cuidadosamente los nabos con el orificio hacia arriba.
Con una cucharita de moka iremos repartiendo las huevas de oricio por los nabos, rellenando así de facilmente la cavidad. Se pueden hornear así ya, o bien cubiertos con la tapita que habiamos cortado del fondo. De esta segunda forma conservan mejor todo el aroma y la presentación es mas sorpendente.
Una vez rellenos y cubiertos, añadimos otra taza de caldo para bañar el fondo de la fuente y los metemos a horno bien fuerte hasta que se evapore todo el líquido, con el que conviene rociar de vez en cuando la parte superior para que al final ofrezcan un atractivo aspecto brillante.
Y si queremos despatarrar al personal, podemos presentarlos dentro de las conchas vacias de los propios oricios, pero eso es para nota.
Si les interesa saber algunas curiosidades sobre los nabos y ver otras recetas, pueden pinchar en El triste sino de llamarse nabo, y en Nabos, hasta de postre