Paté de Salmón ahumado
Si hablase con cierta propiedad, esta receta debería llamarse “Atascaburras de salmón ahumado”, pero como en este fascinante medio son los robots de búsqueda quienes determinan el éxito o fracaso de una receta, pues sacrifico esta deliciosa palabra tan castellana (la respeto en la forma original, ver Atascaburras), por este cursi galicismo, sinónimo de pasta, que parece una ordinariez.
El principio es el mismo, aunque dudo mucho que el primitivo Atascaburras se hiciese con patatas ya que estas empezaron a consumirse en España en el siglo XIX, y los arrieros ya llevaban varios siglos haciendo esta deliciosa brandada, seguramente usando pan duro, nabos, o castañas cocidas.
Es tan fácil de hacer que casi ofende, pero el resultado es arrasador.
La receta
En una olla ad hoc, ponemos a cocer las patatas enteras, con piel y todo. Al cuarto de hora, introducimos el huevo y cinco minutos después, los ajos. Aunque podemos hacer el proceso a la inversa, metemos todo a la vez, y cuando rompe a hervir el agua, retiramos los ajos, cinco minutos después hacemos lo propio con el huevo, y dejamos las patas cociendo un cuarto de hora más.
Dejamos enfriar, más que nada para no escaldarnos los dedos y, cuando esté todo templadito, lo hacemos papilla. ¿Como? Bueno, hay diferentes maneras, desde el cariñoso desmigado mano que haría la monjita de la tele, hasta la brutal batidora. En el término medio está la virtud, llamémosla mortero o pasapurés.
Cortamos el salmón en tiritas y luego en cuadrados, o lo picamos a lo bestia sin más, vaya.
Hacemos lo propio con el resto de ingredientes y los pasamos por el chino, pasapurés o majado en el mortero. Según se va moliendo se le debe ir añadiendo el aceite, lo que debe hacerse generosamente porque, aunque no lo parezca, es, junto al ajos, un ingrediente principal. De hecho yo propongo escaldar los ajos para poder meter varios dientes. En la receta original se echan crudos, pero es un cantazo.
Alegramos con el zumo del limón y corregimos de sal y pimienta.
Una vez bien homogeneizado se debe poner a enfriar en la nevera durante cinco o seis horas para que se compacte y se ensamblen los sabores.
Se come con finas láminas de pan tostado y los adornos pueden ser múltiples, desde unas más que aconsejables alcaparras (o alcaparrones, pepinillos u otro encurtido), hasta un dudoso espolvoreado de pimentón.
Hasta con un puré de pimientos o de tomate crudo, pero lo que no se debe poner nunca es huevo duro, por favor, a ver si lo entienden los manchegos.
En el plato de la foto, además de pasarme siete pueblos con las semillas de tomate (es que me encantan), puse un pegote de Harissa que gustó muchísimo, pero hay que avisar que pica porque alguien se puede mosquear.
Un vino para cada pincho
Hay vinos blancos que pueden quedar muy monos, incluso un cava quedaría finísimo, pero donde esté una buena jarra de cerveza helada ... Es que hay cosas que la piden a gritos.