Caldereta Alvargonzalez
Gracias a Dios, el mes de Agosto ya terminó, y a partir de ahora empiezan esas vacaciones relajadas de personas educadas que se dejan los buenos dineritos en los mejores restaurantes, conociendo nuestra auténtica cultura en vez de inundar las cunetas con bolsas de basura de algún supermercado de origen francés.
Ya podemos hablar de gastronomía en serio, no porque en agosto no lo hiciesemos, sino porque en esos días en que nuestros visitantes sacaban la calculadora para ver si podían comprar salchichón o chopped, hablarles de salmonetes, lubinas y lenguados, me parecía una ordinariez. Hubiera sido como publicar unas páginas de delicatessen en Blangla Desh o Etiopía.
Pero ya se acabaron las penas, los atascos, las colas en los comedores de menús a 750 Pta, y el respeto por esos pobres visitantes que ya estarán de nuevo atados a su galera para once meses, y vamos a levantar la vigilia con el más fastuoso plato de nuestra cocna tradicional: La Caldereta de Gijón.
La primera referencia escrita que obra en mi poder se sitúa en 1894, en el libro El Practicón de Angel Muro, quien reproduce una carta de “D. Calixto Alvar Gonzalez, banquero de Gijón” ( en realidad se llamaba Calisto Alvargonzalez y era empresario, aunque con un importante paquete de acciones en un banco, lo cual encima le costó una ruina), quien afirma que fue su padre quien recopiló está receta de los pescadores de “la concha de Gijón”.
Para los profanos en la materia conviene puntualizar que estamos hablando del libro más importante de la gastronomía española, con docenas de ediciones agotadas, y referencia imprescindible para todo aficionado a estas artes.
Tan sonado fue el éxito de esta receta, que años más tarde, en 1908, D. Calisto tuvo que publicar un librito, impreso en la imprenta de Mauro, en Gijón, donde la explicaba detalladamente, junto con la Limonada, bebida ideal para acompañar este plato, y que para consuelo de los buenos gourmets, ya les adelanto que, como bien dice su autor en la primera linea: “... esta bebida lleva de todo menos limón”.
Como casi todo el mundo tiene El Practicón, y ante imposibilidad física de reproducir en este corto espacio el librito, para los curiosos de la coquinaria les remito a la página 599 (en la edición IXª), sin embargo sería justo y curioso, reeditar ese pequeño librín, perfectamente conservado por los nietos de D. Calisto, donde se reprodujese incluso una foto de la cazuela original: “Lo primero y esencial para hacer una buena calderetaes una cacerola ancha y baja, y con una tapa que cierre bien; pero como es dificil hallarla de estas condiciones, tengo una construida ad hoc, que siempre me dió magnificos resultados, pues cuenta con unas doscientas y tantas cocidas desde que la construyeron para este fin”.
A la muerte de D. Calisto, un ilustre gijonés injustamente olvidado, que hizo tanto por esta ciudad como descubrir y adecentar las termas romanas, fundar este diario, o crear la Compañía de tranvías, la cazuela pasó a su hijo Carlos, “Carlinos”, quién en compañía de mi padre, ambos que en paz descansen, prepararon al menos otras tantas, y de este a José Luis (el de la foto es el hijo de Carlinos, nieto de D. Calisto), otro buen gatrónomo, quien la cuida como oro en paño, porque muy pocas ciudades pueden presumir de mantener impecable y en activo, una cacerola con tanta historia, que bien podría contarnos como era Gijón cuando aún se despiezaban ballenas para extraer su aceite para el alumbrado público.
D. Calisto no hizo nunca política, su hijo Carlinos tampoco, y sus nietos menos, pero yo creo que estas cosas también configuran la historia de nuestra tierra, y como tal debería reconocerse.
Además de imagen turístisca.
Si le interesa leer más sobre este tema, en el artículo La Caldereta de Don Calisto Alvargonzález, reproduzco textualmente la receta publicada en el libro El Practicón en 1894 y que D. Calisto le envió a tal efecto a Ángel Muro.
En el año 2002, y por razones tan nauseabundas que prefiero ni recordar, fui ominosamente despedido de este periódico por cierto individuo de infausto recuerdo. El suplemento que yo había diseñado y lanzado seis años antes y cuyo éxito motivó tantas envidias, estuvo a punto de cerrar debido a las protestas, no solo de lectores y anunciantes, sino incluso de directivos. Pero a pesar del escándalo, el Sr. Maese, director general del diario, encomendó a uno de los individuos más abyectos de Gijón mantenerlo a flote al costo que fuera, y así desembarcaron a codazos los comesopas del Principado. Les cuento esto porque, al poco de ocupar sus letrinas, esas hienas crearon los premios Calderetas de Don Calixto (varios analfabetos con careta de periodistas, afirman que se llevan entregando desde 2001). Incluso tuvieron el descaro de reeditar dicho librito y celebrarlo con una bazofia que hasta llevaba gambones de Mozambique, supuesta recreación del plato de Don Calisto.
Uno de estos inmorales suele repetir el principio de Goebels “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.”, pero aún quedamos cronistas honestos y vivos para escupirles la verdad a la cara.