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Calabacines bíblicos

 
Diario El Comercio año 1998.
 

Parece que el misterio que envuelve los origenes del calabacín no se desvela por mucho que pasen los años, por mucho que avance la ciencia y por mas que se desmelenen los filológos, y es que cada continen reclama la paternidad de tan preciado manjar.

A mí me tiene preocupadísimo este asunto.

Según Julián Diaz Robledo, eminente estudioso de los calabacines y autor del Atlas de Frutas y Hortalizas, estas plantas ya vienen reseñadas en la Biblia y en los antiguos libros chinos, así como descritas por Virgilio y Aristóteles, sin embargo en la cultura occidental no se consumieron hasta el descubrimiento de América.

¿Porqué? Misterio.

Es cierto que en la entrada a los templos de las sociedades herméticas orientales siempre había tres calabazas, y por supuesto que estas no se formaron hace cuatro días, pero entonces, ¿porqué no se consumían popularmente?, porque no me negarán ustedes que un buen plato de pisto manchego no está como para chuparse los dedos.

Para los taoistas, las calabazas son un símbolo de inmortalidad vinculado al caracter Yang, por eso las comen durante el equinoccio de primavera como representación del renacimiento del ciclo de la vida.

También los ascetas y hermitaños cristianos suelen aparecer con alguna calabaza, y de hecho en las peregrinaciones jacobeas estaba tan presente como la propia concha de vieira (ahora ya llevan cantimploras y botes de Coca-Cola, que pesan menos y dan tanto cante).

Entonces, volvemos al misterio, ¿porqué no se comían?

Fíjense que Bernard Loiseau, uno de los más ilustres cocineros y gastrófilos del momento (tres estrellas Michelín desde hace ocho años no son ninguna tontería), afirma que estos no llegaron a Paris hasta después de la IIª Guerra Mundial, o sea, históricamente hablando, ayer.

Aunque a lo mejor sí que los consumían, es más, hasta pienso que los moritos hispanos ya se ponían ciegos de pisto manchego, el problema es que a ningún cronista de la época se le ocurrió reseñar los ágapes a base de curcubitáceas, y ya saben, como lo que no haya salido en los papeles es como si no hubiera existido, pues adiós a los calabacines.

¡Que injusticia!

O habrá otros motivos mucho más obscenos y hasta escatológicos?, porque con las cosas que se les pasaban por la cabeza a los defensores de la moral cristiana española de aquellos años, pues vaya usted a saber.

En fin, lo único que sé es que con este dichoso lío, hace un mes que no duermo, porque incluso estoy llegando a plantearme si no sería posible que el propio hombre descendiese del calabacín.

Escalofríos me entran solo de pensarlo.

Consolémosnos sabiendo que gracias a la técnica agricola, hoy día tenemos esta deliciosa hortaliza durante todo el año, un alimento cuyas virtudes diuréticas y su facilidad de digestión la hacen altamente recomendable en casi todos los regímenes, tanto salutíferos como adelgazantes, aunque en este último caso no se deben rebozar en harina y freir en una piscina de aceite de oliva virgen humeante, que es como están mas ricas, ni tomar en pisto a base de mojar pan, que es la otra forma en que a mí más me gustan.

 Este artículo fue escrito en 1998, pero gracias al desarrollo de las técnicas de ADN, ha quedado demostrado que las curcubitáceas son originarias de Asía Meridional, probablemente de la India, y que como tantas otras hortalizas pasó a América hace miles de años. Otro dato inequívoco son los nuevos textos que han aparecido de cocina sefardí y musulmana en el Andalus que demuestran que su uso era habitual en esas cocinas, es decir, mucho antes del Descubrimiento.

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Escrito por el (actualizado: 17/05/2014)