Sofrito de base completo
Como su propio nombre indica, este es un sofrito que usaremos en multitud de guisos, estofados, etc., con la diferencia con el elemental de que en aquel se busca simplemente un soporte casi intrascendente, mientras que en este vamos a dar una potencia de sabor que va a marcar la receta en que se use.
Sobre esta base, aunque parezca ya compleja de por sí, yo suelo hacer mil variaciones, tales como poner un poco de mole (de hecho, poniendo más o menos, tendríamos toda una Salsa mole), algún vino oloroso (por ejemplo un amontillado o un brandy), diferentes especias (según vaya a ser el plato en que intervenga, se puede poner tomillo, orégano, canela, incluso curry), etc.
La receta
El procedimiento es el mismo que en todos los sofritos, salvo que en este conviene poner todos los ingredientes a la vez. En la foto se ven cortados en grandes trozos porque pensaba triturarlo después, pero si se piensa usar tal cual, conviene hacer una mirepoix, o sea, picarlo finito.
En una sartén adecuada al tamaño de la cantidad, ponemos un poco de aceite a calentar (según cantidad) y, cuando empiece a humear, echamos todos los ingredientes bien picaditos.
Empezará a chisporrotear por el agua de lavado y por la de vegetación, de modo que conviene tener prevista una tapa a mano. Una vez cubierto, se deja un par de minutos, se retira del fuego y, cuando deje de saltar, abrimos, salpimentamos, removemos, volvemos a tapar y vuelta al fuego.
Comprobaremos que algunas partes se habrán dorado, pero no pasa nada, al contrario, ese rustidín le da un sabor más casero, como si se hubiese hecho en fuego de leña.
Cuando veamos que ya está todo bien blandito, dejamos que termine de hacer con la sartén destapada para que se evapore el exceso de agua y quede según la textura que queramos usar en el guiso posterior.