Ensaladilla Rusa
A pesar de algunos chistes fáciles que se hicieron populares durante el franquismo en los que se afirmaba que ningún ruso había probado jamás la ensaladilla rusa, lo cierto es que sí, que es uno de los platos más familiares de aquel país, Салат Оливье, del que hay datos de su nacimiento, en el restaurante L' Ermitage, paza Troubnaïa, Moscú, nombre del padre, Lucien Olivier, y fecha del alumbramiento, 1864.
Claro que no tenía nada que ver con lo que actualmente se sirve en España, de hecho, a la muerte de Lucien Olivier, este plato desapareció y poco a poco fue transformándose según los gustos de las diferentes regiones en que se prepara, tanto en Rusia como en EE.UU. o España (es el plato tradicional de la cena de Año Nuevo en casi toda Rusia).
Si les interesa conocer esta curiosa y truculenta historia, pinchen en el trabajo Historia de la Ensaladilla rusa, y verán la cantidad de tonterías podemos llegar a discurrir los gastrónomos.
En España suele prepararse con patata cocida, mahonesa de bote, si acaso zanahoria y guisantes, y atún en conserva, pero las que más me han gustado, ninguna llevaba este último ingrediente.
En Jerez, mi amigo Beltrán Domecq, me indicó un bar donde hacían la mejor del mundo y, aunque el dueño era más borde que la Reina de Inglaterra, poco a poco fui sacando sabores hasta encontrar esta receta. Desde entonces es la mía.
La receta
En una olla ponemos a calentar agua con sal y, cuando rompe a hervir, metemos las gambas, solo un hervor. Retiramos con una espumadera y, en ese mismo agua, metemos las patatas sin pelar y las zanahorias. Cuando podamos tocar las gambas, las pelamos y metemos las cabezas otra vez en la olla, para dar sabor a las patatas.
Una vez cocidas, se dejan enfriar por completo y luego se pican al tamaño de un guisante.
En un bol grande, ponemos todo picado (conviene guardar alguna gamba para decorar y si acaso alguna rodaja de aceituna, de huevo y de zanahoria), se cubre de mahonesa y se remueve con cuidado de no machacar las hortalizas.
Tanto me gusta, que hasta a veces la como sola para cenar, pero como más rica está es con algún pescado azul, por ejemplo con un bonito a la parrilla como el de la foto, o con un salmón o lubina a la bellavista que es una horterada, pero están deliciosos.
Esta es mi receta favorita, pero claro, hay mil. Solo les pido que no compren nunca esas cosas artificiales congeladas, es una blasfemia gastronómica tan deleznable como las tortillas de patata precocinadas.
Ya sé que la foto es más fea que los Monegros, pero es que la saqué de una guarnición y ahora, como estoy a régimen, pues no puedo hacer ensaladilla porque soy capaz de comerme un kilo, así que, pido disculpas, pero tendrán que echarle imaginación. Unas gambitas peladas haciendo corona, unos fideos de anchoa, unas aceitunas verdes como ojitos... ¡Ay mísero de mí, y ay, infelice! Me río yo de las penas de Calderón, si probase una dieta de Jesús Bernardo, se iba a enterar de lo que vale un peine.
Maridaje
Desde luego que una buena cervecita helada resulta insuperable, pero como aquí somos tan finos, pues habrá que darle una vuelta de tuerca.
Desde luego que un cava le va de maravilla, por ejemplo el Huguet, mi preferido, pero si no queremos burbujas (Tengo un amigo a quién el médico es lo único que ha prohibido y, un día, decidió saltarse la dieta, y casi se nuere), pues los innumerables blancos españoles pueden hacer maravillas, por ejemplo esos Ribeiros de nueva generación.