Gnocchi alla siciliana
Una vez más y al igual que sucedió con el Arroz a la portuguesa, cuando le dije a mi Elenita que iba a bautizar esta receta como Gnocchi alla siciliana, me dijo “¿Como puedes ser tan golfo? Si lo que has hecho es poner lo que se te ha ocurrido de lo que viste que había por la nevera.”, y es cierto, pero si vieran la risa que me entró cuando vi las recetas que circulan por Internet con ese nombre, pensarían que me había dado un ataque. ¡Qué desmadre! Y eso que estaban todas publicadas en italiano.
En realidad esto que llamo “alla siciliana” y que igualmente podría apellidar como “alla napolitana” o “à la provençalle”, se trata de una poderosa mezcla de sabores que hoy podríamos llamar mediterráneos, y hago esta salvedad porque los tomates, que son un ingrediente fundamental, no empezaron a consumirse en Italia ni en la Provenza, hasta el siglo XVIII.
Hay algunos ingredientes como las alcaparras y las anchoas que sí son características de la cocina siciliana, pero bueno, para ser puristas debería haberle puesto un queso Pecorino en vez de Parmesano, pero eso ya es pedir mucho para Asturias.
También está el asunto de los Pomodori secchi, tajadas de tomate secado al sol y conservado en aceite, un delicioso invento que Italia usa y exporta a medio mundo y que, vergonzosamente, España, país que tira miles de toneladas de esta fruta cada año y cuenta con sol a raudales y excedentes de aceite de oliva, no es capaz de elaborar.
Un asunto del que ya hablamos en la receta de Ñoquis sin gluten al pesto es esta variante, los gnocchi para celiacos. La base de esta pasta es la patata cocida, por lo que es fácil prepararla con harinas de arroz, maicena, alforfón, etc. Hacer ñoquis en casa es bastante lioso, como todo lo que lleve harina, por eso los compramos preparados que están muy ricos, aunque tienen un feo color blanquecino. En la red los he visto de muchos colores ya que una pizca de azafrán, zumo de zanahoria o cualquier carotenoide, les aportará un color más agradable. Los que usamos aquí son bastante feos y deslavazados porque solo llevan harina de arroz, pero están muy ricos, prácticamente igual que los convencionales.
La receta
El procedimiento es tan sencillo como picar menudo todos los ingredientes y calentarlos ligeramente en una sartén.
Al momento de comer, ponemos abundante agua a hervir con un poco de sal y aceite, cuando lo haga a borbotones echamos los gnocchi y, según vuelva el agua a hervir y la pasta suba a la superficie, la vamos sacando con una espumadera y depositando en una bandeja de horno.
Ponemos la salsa por encima, rociamos con el queso recién rallado y metemos a gratinar al grill del horno hasta que veamos que el queso empieza a coger color.
¿Fácil, no? Pues están espectaculares.
Un vino para cada plato.
Las anchoas dan siempre un punto saladín a la salsa que marca el carácter del plato. A mí me resulto un poco dulce así que la corregí con un poco de zumo de limón. Entre eso, las alcaparras, el ajo y las aceitunas, el caso es que la salsa es tan potente que debe tenerse en cuenta a la hora de elegir el vino. Yo me decidí por un tinto joven, aunque un buen blanco también hubiera funcionado. El caso es que sacamos un mencía de El Bierzo, el famoso Pittacum, un clásico de esta casa que destacó en la zona desde que un grupo de jóvenes enólogos se metieron en la aventura de hacer algo más que graneles. Es un vino poderoso, con seis meses de barrica para doblegar un poco el bravío de la variedad, pero en que dominan los sabores primarios y una gran estructura, lo justo que buscaba para no sucumbir ante la peligrosa salsa. Conviene degustarlo fresco, a temperatura de bodega, a unos 15ºC, de esta forma se muestra con más cuerpo.