Ensalada de langostinos a la plancha
En realidad el nombre está incompleto, porque debería decir “... con salsa rosa”, pero en este país se han servido tales atrocidades con este nombre, que hoy resulta disuasorio, sobre todo si se sirve con crustáceos.
Esta salsa rosa no tiene nada que ver, porque en vez de dulzona y empalagosa, esta es fresca, alegre, limpia de sabores, porque solo lleva mahonesa casera y tomate rallado. Fácil ¿Eh?, pues cuando la prueben, alucinarán y la servirán con mil platos, será la estrella del verano.
También resulta chocante eso de “... langostinos a la plancha”, porque en las ensaladas, salpìcones o cócteles, siempre se preparan con descápodos que ya vienen cocidos y congelados, con lo que resultan como una alpargata. Cuando probé mi invento de Langostinos a la plancha, no podía imaginar que podría darle tantos usos, pero el caso es que resultan tan sabrosos, que solo los consumo así, aunque fríos con Ensaladilla rusa.
Cabe la discusión si disponemos de langostinos frescos de Sanlúcar, un manjar para regalarse en El Bigotes de Bajo de Guía, pero en Asturias no suelen llegar, y su precio es escalofriante (yo los vi rular en El Rompido a 60€/Kg, así que se venderían en las marisquerías de Sevilla a más de 100€). De todas formas, si alguno de ustedes quiere hacer la prueba, yo pongo la técnica y la experiencia, y él que aporte los crustáceos, haremos un buen tandem.
La receta
Empezamos por cortar las lechugas en juliana. Se ponen en un bol grande, con abundante agua (aunque vengan en blisters, en verano conviene lavarlas).
Ahora vamos con los langostinos. Ponemos una sartén (plancha o parrilla) grande al fuego y colocamos, a pelo, una primera tanda de bichitos, procurando que queden holgados. Digo a pelo para indicar que no se pone, aceite, ni sal ni nada, de esta forma quedan perfecto y no apestamos la casa. Cuando empiecen a crepitar, es señal de que están soltando su agua, y por tanto que están hechos de ese lado. Se les da la vuelta y se procede del mismo modo. Retiramos a un plato o fuente y vamos con otra tanda. Digo tandas y no cuento las piezas, porque hay sartenes donde caben media docena a la vez, y otras que con tres, ya van justitos. Y no digamos si disponemos de una gran plancha de Teppanyaki, ahí van todos de una tacada.
Dejamos reposar para pelar más cómodamente, sin quemarnos, y porque en este proceso, se produce un reparto de los líquidos de la carne cruda que queda en el interior, con lo que, al pelarlos y trocearlos, no mostraran nada crudo, pero sí un todo muy jugoso. De todas formas no debe dejarse demasiado tiempo porque la cáscara se pega a la carne, y haremos un desaguisado como el que ven en la foto.
Para la salsa, sencillamente hacemos medio litro de mahonesa con aceite ligero y limón (yo la monto con AOVE de Arbequina, pero es más seguro usar refinado de 0,4º o incluso de maíz o soja), sal y pimienta y, cuando esté montada, la vertemos en un gran bol y la mezclamos con el tomate rallado (en INGREDIENTES digo que un bote, porque ya se comercializa envasado y tan fresco como si lo rallamos en casa al momento). Se remueve bien y se corrige de sal.
Escurrimos bien la lechuga y la mezclamos con la salsa, por ejemplo en el mismo bol (conviene preparar esta ensalada al momento para que la lechuga no se ponga mustia).
Pelamos los langostinos, retirándoles las cabezas (se pueden dejar para dar mayor belleza al plato, pero no se pueden partir). Los cortamos longitudinalmente y quitamos el intestino que suele tener tierra (ese cordoncito que va por el lomo de cabeza a cola).
Repartimos la lechuga por los platos y colocamos, con un poco de gracia (no como los he puesto yo), los langostinos asados y partidos en dos.
Los adornos al gusto, porque da tiempo. De hecho se pueden guardar unos minutos en la nevera.
Un vino para cada plato
Parece que en verano solo bebo cava, ya quisiera yo, pero es que, con ensaladas y demás platos fríos, es lo que mejor queda.
En la sección Cavas, hay una selección de mis preferidos, esos que recomiendo en todas mis guías. Elijan el que más les guste, pero no el más caro ni más viejo, este plato no requiere grandes botellas.