Los productos de primavera
Quizás no sea esta la estación que más se caracterice por tener productos muy emblemáticos como ocurre con las castañas en otoño o el bonito en verano, sin embargo sí hay productos propios de la estación que hace años, cuando se hacía cocina de mercado por obligación, los buenos gurmets estaban anhelantes de ver como brotaban las primeras flores para acudir a los mercados a buscar esos tesoros.
El protagonista sin duda es el salmón, príncipe de nuestros ríos y señor de toda buena mesa, aunque al igual que las truchas o los pollos, en estos momentos a un joven cocinero le cueste creerlo al ser uno de los productos de los más económicos de la plaza.
Otro de los alicientes primaverales es la huerta ya que en primavera se juntan hortalizas de invierno tan exquisitas como las alcachofas, con las primeras de verano, además de las propias que como los guisantes o las habas, están solo en sazón en esta época.
Pocas huertas quedan ya en nuestros valles del Cantábrico, cada día menos, y es que el mercado manda y cuando los tomates del super están a mitad de precio que los autóctonos, o sabemos que en el departamento de verduras del hiper hay de todo, pues el pobre horticultor poco puede hacer salvo mantener un rinconcito donde cultivar lo que va a consumir él con su familia.
Claro que si tuviésemos un país con yacimientos de petroleo, diamantes y platino, quizás podríamos dejar que las plazas siguiesen abasteciendose de los invernaderos extranjeros, pero me temo que en España, la realidad es bien distinta. ¿Como es posible que en pleno verano en la plaza de cualquier pueblo español se vendan tomates holandeses?
Hemos perdido el Norte. ¿Como es posible que un país que precisamente de lo que carece es de suelo y luz esté exportando tomates a España, donde lo que nos sobra es tierra y sol?
Pero como siempre topamos con la política, un día un diputado me decía: "Piensa que un barrio periférico de Coruña tiene más habitantes que toda la mitad sur de Lugo y para la política lo único que cuentan son los votos".
Esa es la cuestión, pero algún día cuando el país esté ya en la miseria a lo mejor ya los votos se les atragantan, y entonces comprenden que además de en las mesas electorales, hay que pensar en generar riqueza porque nuestra pobre España no tiene el petroleo de Kuwait ni los diamantes de Sudáfrica.
Lo que si tenemos es tierra, mucha tierra, y manos, también muchas manos, que si pudiesen mantener dignamente a una familia, seguro que preferían vivir cultivando un precioso huerto antes que tener que malvivir en los arrabales de una gran ciudad a cambio de un tambaleante salario de alguna fábrica en regulación de empleo.
Paises avanzados como Francia tienen en su agricultura una de las más rentables y seguras fuentes de ingresos, basada en las pequeñas y medianas empresas especializadas en productos semiartesanos que copan el consumo local, y en muchos casos exportan a Paris y hasta al extranjero en forma de conservas o de platos preparados.
Hasta en Inglaterra se está poniendo de moda cultivar huertos y frutales para que los amantes de la buena mesa vayan a hacer la compra directamente a las fincas de producción artesana.
Pero evidentemente si partimos de la base de que el salmón que se vende en restaurantes y pescaderías ha de ser obligatoriamente noruego porque el de río no se puede comprar y que, , pues adiós a la primavera.
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