Escabeches en la historia
Diario El Comercio año 1996, reformado e ilustrado en septiembre 2009.
Una de las preguntas más frecuentes que nos solemos hacer los historiadores gastronómicos es ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? Y, aunque yo no sea muy partidario de estas transcendentales inquietudes y me parezcan mas propias de besugos que de intelectuales de la buena mesa, pues a veces conviene pasar por el aro y rebuscar entre esas ruinas arqueológicas de nuestro lenguaje, llamadas comúnmente Etimología, para descubrir secretos tan profundos como que el escabeche fue antes un guiso que un método de conservación.
Esta menopausia mental puede ser debida a la resaca de un verano agotador en el que nos faltaron horas y páginas para poder cubrir todos esos gloriosos acontecimientos gastronómicos que se celebraron en nuestro Principado, como ese último, y no quiero ser agorero, XXVIº Certamen del queso de Cabrales.
Así, respetuosa y debidamente pedidas las correspondientes disculpas por esta flatulencia cerebral, paso sin más dilación a explicarles la increíble pero apasionante historia del escabeche.
Según el ilustre filólogo Joan Corominas, esta palabra aparece en lengua castellana en 1525 procedente del vocablo catalán escabeix, ya de sobra reseñada en esta lengua desde principios del siglo XIV.
También el barcelonés Néstor Luján, otro magnífico filólogo, además de maestro en el oficio de la investigación gastronómica, está como es lógico de acuerdo en esta etimología (el cita un texto del XIV que dice: scabeig a peix fregit y otro del manuscrito del s. XV, Flors del medecines: escabex a pex frit) , lo que según ellos demuestra una vez más que el castellano proviene del catalán, aunque, el querido José María Buscaisusi, afirmase que fue del vascuence y yo, por no ser menos, diga que es del bable oriental.
Pero vayamos más allá.
El origen de todo este delicado asunto se encuentra en la voz arábiga sikbâg, que en la España mozárabe se vulgarizó en iskebêg para luego dar en los idiomas romances la ya citada escabetx.
Apasionante.
Pero aun no he desvelado el nudo gordiano de la cuestión:
En la cocina sefardí no se llamaban iskebag sino agristadas, o sea agrias o agraces, debido al penetrante olor que desprendían durante su preparación, e incluso en el plato.
¡Que alivio!
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