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Cocido de garbanzos

Cocido madrileño
 
Cocido madrileño
Diario El Comercio año 1997. Corregido e ilustrado en octubre 2009
 

Casi todos los grandes escritores gastronómicos ven en los garbanzos las caras de sus fantasmas: Néstor Luján decía que tenían cara de vieja y culo de panadera, Vilabella, de señor bajito al que si se ponía una boina parecía un vasco, con barretina catalán de toda la vida y con montera picona, asturiano en el día de las piraguas.

La verdad es que a mi, cuando están a remojo, me recuerdan a Txiqui Benegas y después de cocidos a Don Iñigo Cavero, pero prefiero pasar por alto estas visiones, porque si a la ya de por sí compleja digestión de un cocido, le añadimos estas especias, la tarde puede ser de bicarbonato.

Julio Camba afirmaba que los garbanzos habían sido inventados para retener a las esposas en casa porque, por mucho que cociesen, jamás llegan a estar blandos, y achacaba a su ingesta, la complexión bajita y de mala leche de los españoles.
Sin embargo en los años setenta, los cociditos madrileños de La Bola, Lardhy, Jockey o Malacatín se pusieron de moda y miren que lozana juventud de 1,90 tenemos hoy por nuestras calles, o sea que no era culpa de los garbanzos, sino de lo que les faltaba a estos para hacer un buen cocido.

álvaro Cunqueiro, hombre de tierras tan expertas en estas lídes como el propio Madrid, ya que los cocidos de la Terra Chá son tan gloriosos como los del barrio de las Ventas, aconsejaba: “Comer un cocido exige una cierta calma, y un saber de la repartición de las sustancias en el plato”.
Este es sin duda el “quid” de la cuestión.

No sé que motivos fisiológicos coincidirán, pero los garbanzos atrofian la mente, embotan los sentidos, y nublan el espíritu, por eso es imprescindible saber comer un cocido con pleno conocimiento de causa.

Ángel Muro, defensor de la legumbre en cuestión hasta el punto de afirmar que un hombre podría alimentarse solo de ellas, advertía sin embargo: “... pero a este hombre no hay que pedirle que trabaje material o intelectualmente lo que trabajaría otro hombre que comiese carne”.

Evidentemente, de esa falta de preparación psicológica para afrontar un buen cocido es de donde procede la Leyenda Negra del garbanzo.

Los romanos, practicaban como acto cómico el sentar un cartaginés a la mesa, en plena calle, y hacerle comer garbanzos hasta reventar, lo que hacía que los plebeyos se desternillasen de risa por la cara de tonto que ponía el sufrido africano.
Tal era el éxito de la escena que el propio Plauto, en sus obras teatrales, inventó un personaje bobo, así llamado: Pultafagónides (el comedor de garbanzos), quizás el mas célebre de todas sus comedias.

No sé hasta que punto a los descendientes de aquel Pultafagónides se nos pone cara de imbéciles mientras saboreamos un cocidito, pero no creo que sea peor que cuando damos cuenta de una buena fabada.

Además, que diantre importa el semblante si la dicha es buena (perdón por lo de diantre, porque además de ser un eufemismo, es una cursilería, pero es que en este medio me han prohibido formalmente escribir palabrotas).*
Lo que sí es fundamental, es recordar las palabras del Practicón y no caer jamás en la tentación de ponerse a trabajar después de disfrutar de un cocido.

En estos momentos tengo el puchero en el fuego, la mesa puesta con una botella de Marques de Velilla abierta respirando para el momento supremo, un Montecristo especial estirándose junto al sofá, y una botella de aguardiente viejo de sidra de Los Serranos refrescando para la sobremesa.

Dentro de unos minutos mi cerebro carecerá por completo de riego sanguíneo y todos los comensales suspiraremos con una angelical sonrisa de boa, y es que un cocido hay que comerlo con alevosía.

* Este comentario, además de ser obviamente censurado, me costó un buen disgusto, con amenaza de despido. Sería interesante preguntar por el código ético de este grupo (Hoy llamado Vocento) cuando en programas de máxima audiencia, como Crónicas marcianas, se blasfema gratuitamente, se pronuncian groserías y se exhiben obscenidades de forma continuada como parte de su propia identidad.

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Escrito por el (actualizado: 12/08/2015)