El fraude de los capones de Villalba
Pero no solo hay fraude con el marisco y esta es la ocasión de dar una noticia tan triste como vergonzosa, y que durante años he silenciado con la esperanza de que la adminstración decidiese tomar la decisión de poner las cosas en su su sitio.
Ahora, después de haber sufrido persecución en Galicia, ya he comprendido qué extraños intereses mueven las cuerdas de la alta política gallega, destruyendo no solo la imagen gastronómica de una comunidad tan fascinante, sino también el desarrollo de un sufrido campesinado que ve como día a día, le roban impunememnte sus escasos medios de subsistencia.
Ya sé, y por eso he de dar una explicación, que un libro de cocina no es lugar para dar noticias ni provocar escándalos, pero esta pequeña obra quiere hacer algo más que dar recetas.
Aquí intento hablar de gastronomía, y esto es algo más extenso que dar consejos culinarios.
Galicia tiene como emblema de su gastronomía, la calidad de sus productos, por ello he considerado oportuno romper una lanza en beneficio de ellos, y con esta declaración espero aportar un granito de arena a la lucha emprendida por muchos gallegos que desean hacer algo creativo en beneficio de su gastronomía, su economía, su imagen exterior y en definitiva de su calidad de vida.
El protagonista de esta imperdonable calamidad es el codiciado, emblemático, e inocente capón de Villalba, uno de los manjares de más profundo abolengo de la gastronomía gallega, y que hoy día es motivo de fraude con la aquiescencia, beneplácito, consentimiento y apoyo de las autoridades locales, municipales, provinciales y de la propia Xunta.
Para más dolo, a la entrada de la feria hay un comité de veterinarios que examinan todos los pollos que pretenden entrar en el recinto, excluyendo del certamen a todos aquellos animales que carezcan de sus atributos sexuales, léase testículos.
Es decir, que los señores veterinarios contratados por el Exmo. Ayuntamiento, certifican cada año que todos los pollos vendidos como capones en esa feria, están sin castrar.
Por supuesto ya se pueden imaginar que si ni son capones, ni apenas hay una sola pareja de procedencia autóctona (la mayoría son razas americanas de engorde rápido, expresamente desaconsejadas para este tipo de cría), se puede sospechar que tampoco se respeta su engorde, aplicándose una alimentación que, a pesar de decirse que mantiene la tradición del amoado, si tenemos en cuenta lo que ya he denunciado, pues seguro que se utilizan piensos o productos que poco pueden aportar a la calidad de su carne.
Esta denuncia, desgraciadamente no es gratuita, ni gastronómica ni socialmente hablando.
Tampoco es un capricho sádico el castrar a estos animalitos, sino que esa operación tiene una función muy concreta, la de modificar el metabolismo del ave durante su crecimiento, lo que provoca una infiltración de grasa en su musculatura que da por resultado una carne jugosa, fina y sabrosa, en vez de ese montón repugnante de grasa acumulada en el tejido adiposo del animal que se exhibe en las actuales ferias como garantía de que allí todo se hace mal.
En mi poder obran los justificantes oficiales con sello de registro de entrada de dicho informe, a los presidentes de la Diputación Provincial de Lugo, señor Cacharro, y de la Xunta de Galicia, señor Fraga, que es de Villalba para más Inri, así como al propio Ayuntamiento, que fue quién solicitó dicho trabajo.
Mi pregunta política es: ¿Porqué no se quieren crear esos puestos de trabajo y corregir esa situación fraudulenta?
Pueden ver otro artículo al respecto en Capones 92, donde se destapó el "affaire". Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (angulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio.