Capones del 92
Como cada año, el próximo día diecinueve del corriente, la capital de la Terra Chá celebrará su ya tradicional feria de los capones.
Como cada año, el bullicio de su mercado atraerá a centenares de curiosos, avezados o especuladores compradores de aves.
Como cada año, más de un centenar de familias podrán durante algunos días disfrutar de unos ingresos extraordinarios conseguidos gracias a un trabajo tan tradicional como es la cría de estas aves en las "capoeiras", engordando a los "marelos" con el "amoado" mediante la dificil tecnica de la "bicada", con la que conseguir la codiciada "ensunlla" que los caracteriza.
Como cada año, en cada casa burguesa de cualquier rincón de España en que haya un gallego que se precie de tal, habrá uno de estos ejemplares orondos cuya delicadeza y sabor, superan con creces las más cotizadas aves del mundo.
Pero como cada año también, una vez pasado el día diecinueve de Diciembre, habrá que esperar otros doce meses para poder volver a disfrutar de tan magno acontecimiento, tanto para los sibaritas comensales, como para los criadores que ven como este negocio les permite superar con un poco más de alivio la terrible crisis por que atraviesa el campó gallego.
Y aquí es donde quería yo llegar.
El año pasado por estas fechas y con motivo de las jornadas dedicadas al capón que organiza el restaurante Terra Chá de Villalba, tuve ocasión de expresar a cierto concejal de esa corporación, mi admiración por tan delicioso producto y mi sorpresa por su escasa comercialización.
Le pedí que reflexionase sobre la posibilidad de crear una sociedad mixta, con una identidad corporativa propia que regulase una garantía de origen-calidad y que comercializase este producto durante todo el año.
Le informé sobre como la región francesa de Bresse mantiene una población de varios miles de personas con trabajo fijo y formidablemente remunerado, con empresas de mayor facturación de la que pudiese imaginar, dedicadas exclusivamente a gallinaceas de élite.
Le ofrecí mi banco de datos en que figuran más un millar de restaurantes gallegos repartidos por toda España que estarían felices de poder incluir en sus cartas un producto tan "enxebre".
Le brindé en definitiva, la posibilidad de organizar un sistema de producción semi artesanal, que permitiese dar lucrativos puestos de trabajo durante todo el año a varios centenares de familias que están viendo como los tiempos que se avecinan pueden llegar a ser de hambruna.
Pero como cada año, cuando pase el diecinueve de Diciembre, habrá que esperar otros doce meses para volver a disfrutar del capón de Villalba.
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