Ardbeg
Se trata de la última moda en whiskys que nos trae la casa Moët Hennesy, ese macromonstruo que ya nadie sabe cuantas firmas ha absorbido en los últimos años.
Este bebedizo tiene 17 años de crianza y es un típico islay, con esos clásicos sabores a humo y turba que caracterizan este tipo de maltas.
Obviamente no es una copa para tomar a la ligera, porque es necesario concentrarse en los perfumes para poder disfrutar y justificar el precio de la botella, más de nueve mil pesetas, y quizás sería más apropiado guardarla para otra ocasión, pero como esta noche se lleva eso de deslumbrar al personal, pues esta es una buena manera de hacerlo.
Además un whisky siempre es un buen digestivo.