Sopa de hígado y sidra
Publicado en el diario Diario El Comercio, año 1998.
Como habrán podido comprobar por el nombre, esta receta no es la clásica, la tradicional de las matanzas asturianas, y es que hace poco la probé en un chigrín del Oriente y me pareció sabrosísima, porque si bien el hígado no necesita mucho para dar sabor, lo cierto es que la sidra lo dispara, y en una sopa de invierno, lo que se pretende es que resucite a un muerto.
Es muy sencilla de preparar, de hecho todas las sopas lo son. No entiendo como se puede recurrir a esos sopicaldos de sobre que solo saben a conservantes y encima sientan fatal.
Si con poner a cocer en un par de litros de agua, medio pollo, tres o cuatro zanahorias y tres puerros, en media hora, que es lo que se tarda en pelar las patatas para el filetito, ya tenemos hecho un caldo delicioso, y sobre todo, sano, natural y reconfortante.
Pero vamos con nuestra sopa de fégadu, que es como se llama en mi pueblo.
La receta.
En una sartén ponemos a freír en aceite de oliva, la cebolla picada, el ajo machacado, y una cucharada de pimentón. A mi me gusta la sopa alegre, así que le pongo pimentón picante, pero eso va en gustos, lo que si es muy importante, es que el pimentón sea de la mejor calidad, de ese que huele un poco ahumado pero conservando el sabor del pimiento, y afortunadamente ya hay una denominación de origen que asegura esto: El Pimentón de La Vera.
Cuando la cebolla empiece a tomar color, o cuando veamos que está empezando a tostarse (con el pimentón es difil ver el color), añadimos el hígado troceado en daditos, removemos bien y lo volcamos en la olla.
Añadimos media botella de sidra, y dejamos que dé un hervor largo para que se evapore el alcohol y, lo que además hará que la salsa extraiga mejor el sabor del hígado.
Luego se cubre de agua (como litro y medio) y se deja cocer lentamente una media hora.
Durante ese tiempo podemos ir cortando el pan, que de bebe estar bien duro, y ser del de verdad, no de esas baguettes que se venden ahora por todas partes.
Se corta en lascas, como monedas de a cien duros, y se incorporan a la sopa.
Como al momento de comer se ha de recalentar, pués no hace falta que siga hirviendo, aunque tampoco sobra.
Es tradicional añadir a última hora un par de huevos bien batidos, quizás porque antaño en un día de fiesta como la matanza estos no podían faltar. No es imprescindible, pero aporta color y textura.
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