De aperitivo
Si la cocina francesa ha sabido mantenerse en la cresta de la ola durante los dos últimos siglos, esto no ha sido por ninguna casualidad y hay que reconocer los méritos de quién se los ha sabido honestamente ganar, sin embargo una buena mesa no solo se compone de comida, sino también de un antes y un después, de un prólogo y un epílogo que enmarquen dignamente la gran obra realizada en los fogones y sin cuya participación, la comida no pasaría de ser un acto fisiológico, como decía un oportuno anuncio publicitario de la postguerra española: "Unas piernas de mujer sin medias, son un simple medio de locomoción", y en España, donde los manjares generalmente se hacían notar por su ausencia, pues toda esta magnífica parafernalia de mesa se desarrolló hasta convertirse en auténtico arte.
Los aperitivos, también llamados hora Vermut debido a su duración, son uno de nuestros más gloriosos espectáculos gastronómicos y que por sí solos se pueden considerar como toda una cultura.
Sin hacer de menos a un buen menú, después de celebrar un gran aperitivo bien se podría pasar a la sobremesa, sobre todo en aquellos años en que se forjó la actual gastronomía española donde lo que sobraba era el tiempo, las palabras y el sentido del humor, y lo que faltaba eran solomillos con los que llenar los platos.
Por todo esto y como gastronomía no debe confundirse con glotonería, he querido llamar Aperitivo a estas páginas de prólogo porque en realidad no se tratan de un anexo a un libro de cocina, sino que son en sí su propia alma, su razón de ser, la explicación del porqué se ha talado un arbol para imprimir unos cuantos miles de libros.
También podría haberlo llamado Tertulia de Sobremesa, pero es que en nuestra España ya no se pasa el hambre aquella que describía Julio Camba cuando decía en sus consejos para el pefecto invitado: "Considere usted que el barniz de los platos no forma parte de la salsa, y renuncie a él", y hablar de comida con el estómago lleno, parece que produce repulsa.
Vamos pues en este aperitivo a intercalar las aceitunas manzanillas con la historia de esa tradición morisca de su aliño, y la copa de fino con el misterio de su crianza bajo velo, porque tanto valen un buen bocado o un buen trago, como conocer la grandeza de lo que tenemos en la boca.
Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar en La Simbología de los alimentos