Cofradía de la sidra
Con una luna de retraso (la sidra es una bebida eminentemente lunar, y por ello sus ciclos se rigen por las caras de nuestro planeta) hemos celebrado el Primer Mosto, que es el nombre con que institucionalizamos la fiesta del otoño (en la primera luna de primavera, D.m., celebraremos la Primera Sidra), y con ella, iniciamos el curso 1999 - 2000.
Pero ¿quienes somos esos de los que digo «hemos»? Pues lógicamente, los integrantes de la recién constituida Cofradía de la Sidra.
«- Eso ye mentira, afirma contundentemente un lagarero mofletudo y cabezón que acaba de escuchar el anuncio, yo soy lagarero de toda la vida y a mí nadie me ha consultado ni pedido permiso para hacer una Cofradía.
- Tienes razón, apostilla otro colega de notable panza y coloretes de manzana Xuanina, a mí, que soy el mejor lagarero de Asturias, tampoco me han avisado.
- Toy contigo en que eso de que son unos cantamañanas, interviene un tercero, pero en lo del mejor de Asturias, será pasando por encima de mí cadaver ¡eh!».
A partir de ahí se enzarzaron en su eterna disputa, aquella que legendáriamente empezara hace miles de años en la isla de Avalon, y pasaron olímpicamente de la Cofradía.
¿Porqué seremos tan iconoclastas los asturianos, que incluso antes de conocer el simbolismo y la razón del propio icono, ya queremos destruirlo?
Para empezar, una Cofradía no es una agrupación gremial, si no de consumidores, y por tanto, aunque no se excluya puntualmente a ningún profesional del sector, el caracter de esta asociación es netamente altruista, sin que pueda ni deba intervenir en planteamientos empresariales, y por tanto, no solo no tiene la obligación de contar con los productores, si no que incluso, en principio no debe hacerlo.
Otra cosa es que una vez en marcha se establezcan relaciones de amistad y colaboración, como sucede con otras tantas: la de la Pedra Moura de los aguardientes gallegos, la de los vinos de Rioja, la del Cava de Sant Sadurní, y un largo etcétera repartido por toda España.
El concepto de Cofradía gastronómica, se acuño en Borgoña en 1933 con la Confrérie de Chevaliers du Tastevin (en la edad media eran gremiales, y como para ser autorizadas tenían que ponerse bajo la advocación de un santo, pues terminaron siendo únicamente religiosas), y el éxito de sus actividades fue tan sonado, que en poco tiempo, todas zonas vinícolas siguieron el ejemplo, siendo los propios empresarios quienes promovieron este tipo de asociaciones.
«¿Y como es posible que en Asturias no se haya creado una Cofradía de la Sidra casi hasta el año 2.000?», me preguntó un compañero radiofónico.
En fin, ya sabemos que la vida del gastrónomo es corta y dura, pero al menos en la fiesta del Primer mosto reinó la buena voluntad, y todas las cofradías asturianas, Amigos de los quesos, Buena Mesa de la Mar, Curadillo, Sabadiego y hasta Restaurantes de Fomento de la Cocina asturiana, nos apoyaron compartiendo un culín en el lagar de Trabanco.
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