Sindicación de contenidos
Boletín electrónico
Contacto
Mapa web
Logo de FacebookLogo de Google +Logotipo Twitter
 
boton pinteres
Imprime ContenidoEnviar a un Amigo
 

${estadoCorreo}

 

Alcoholímetros y asociaciones de hostelería.

 
Publicado en la revista Viandar, el año 2003

No es un fenómeno nuevo que la actividad de las distintas asociaciones de hostelería se reduzca a lloriquear subvenciones a la administración de turno, con las que sufragar pequeñas y mezquinas corruptelas de los directivos, tales como viajes al Caribe con secretarias ligeritas de cascos, mariscadas de fin de semana en las que se presupone van a debatirse asuntos internos, o incluso alguna que otra mordida lograda a través de un cuñado que tiene una imprenta y edita miles de folletos, o libros, que luego nadie sabe donde han ido a parar.

A un servidor le tocó nadar en esas apestosas aguas cuando ejercía la profesión hostelera y lo cierto es que mas valió que me fuese a tiempo antes de poner a alguno de estos pillos una cacerola por sombrero.

Llegados a este punto he de aclarar que soy absolutamente asociacionista, de hecho fui fundador de varios colectivos y sigo creyendo que su existencia y actividad son de la máxima importancia y necesidad en cualquier sistema democrático, pero claro, siempre y cuando sus funciones vayan dirigidas a la defensa de los intereses del colectivo que representan y no para que el mas inútil de la profesión trepe hasta la presidencia para acceder a estamentos sociales que de otro modo le serían inalcanzables.

Y hete aquí un caso flagrante que, no solo está poniendo en juego la supervivencia de muchos negocios de hostelería, si no que desde un punto de vista social, es un verdadero insulto: los controles de alcoholemia realizados aleatóriamente (o al menos así lo venden, porque detrás puede haber bastante mas tela que cortar).

Recuerdo como hace tres o cuatro años, D. Francisco Carantoña, q.e.p.d., ex director del diario El Comercio y una de las personas mas honorables de la villa de Gijón, publicó un editorial en que narraba la vergüenza que había sufrido al ser detenido en el Alto de La Providencia y, mientras soplaba por el condenado tubito, la gente que pasaba, le reconocía y se echaba las manos a la cabeza, poniendo ojos atónitos, expresando algo así como: «Fíjate, quién lo iba a decir, Carantoña, con lo serio que parecía y lo han pillado como a un conejo, conduciendo borracho».

Obviamente, el pobre Don Francisco, dio negativo, porque el hombre sufría desde hacía tiempo un terrible cáncer que le llevó a la tumba y, llevaba meses sin probar ni un culín de sidra, pero la humillación que sufrió, no se la quitó nadie, ni tan siquiera el artículo que publicó denunciando tales arbitrariedades.

¿Deberíamos los ciudadanos manifestar nuestra indignación por estas prácticas? Pues claro, pero se supone que para eso están los políticos, teóricamente nuestros representantes, pero como son ellos quienes hacen las leyes, casi siempre con afán recaudatorio (da igual PP, que PSOE, que IU o hasta HB), pues si esperamos algo de ellos, vamos dados. Es desde el colectivo de la hostelería, desde donde se puede hacer fuerza para que los controles de alcoholemia se lleven a cabo como en Estados Unidos, es decir, cuando hay indicios, o sospecha, de un conductor está ebrio o bajos los efectos de cualquier tipo de droga .

España tiene una cultura que gira en torno al vino, no como producto alucinógeno, como suele suceder en los países sajones, en los que cuando se bebe se hace para emborracharse hasta rodar, si no como elemento cultural, como costumbre, como una de las diversiones mas cultas y responsables que cualquier individuo inteligente se plantee, ya que la buena mesa es todo un placer y no hay buena mesa sin buen vino.

Para la mayoría de los españoles de pro, la borrachera es un accidente, no un fin, de ahí que sea familiar comer con vino, o si se está en Asturias, pues tomar unos culines de sidra con los amigos antes de retirarse a casa, sin por supuesto sufrir el menor efecto de toxicidad etílica, aunque los controles de alcoholemia dieran positivo.

Buenas costumbres que están en mas que serio peligro de supervivencia porque, sin comértelo ni bebértelo, sin hacer ningún extraño, cometer ninguna infracción, mostrar la menor indisposición etílica ni nada por estilo, como a la pareja de verdes de turno se le ocurra ponerse en tu camino, date por jodido, porque hasta puede costarte tu trabajo si para él necesitas usar el coche.

Y hasta aquí solo hemos hablado sobre la base de agentes y mandos honrados, porque cuando el Estado entrega patente de corso a unos señores armados y cuya palabra cuenta a priori con la presunción de verdad (según la Constitución, todos los ciudadanos somos iguales e inocentes de delito hasta que no se demuestre lo contrario, salvo los agentes del orden, que pueden acusarte de lo que les parezca y su palabra tiene presunción de verdad), los resultados pueden ser alarmantes.

Hace algunos meses le clavaron a un conocido restaurante asturiano un control a la salida de su aparcamiento (no puedo dar mas pistas porque bastante sufrió ya el hombre como para reabrirle de nuevo las heridas). Tres días después ya era vox populi y a la semana tuvo que cerrar porque no había gato que acercase a aquella casa.

¿Porqué se puso allí ese control un día tras otro hasta que se cerró el establecimiento? ¿Quién dio la orden? ¿Fue realmente aleatorio? No lo sé, quizás sí, pero al pobre paisano le pasaron por la piedra.

¿Movió ficha la Asociación de hostelería? En absoluto, porque estaban negociando una subvención para no sé qué cursos y echaron tierra encima de algunos asociados que pedían una auditoría para saber donde habían ido a parar una pila de millones de los últimos ejercicios.

Para este viaje no hacen falta alforjas, ni asociaciones, ni tampoco cuerpos de supuesta vigilancia que, en vez de velar por la seguridad de los contribuyentes, dedican su trabajo a recaudar ignominiosas multas, poniendo en peligro un importantísimo equipaje sociocultural, una industria de vital importancia como es la vitivinícola, y todo un sector que da trabajo a millones de españoles, como es la hostelería. Hasta el bienestar de los contribuyentes, porque con todo esto, solo se genera mal rollo. Muy mal rollo.

Si le interesa leer más sobre este tema, pinche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. 

Escrito por el (actualizado: 21/10/2013)