Vall Llach 2005
Bodega: Celler Vall Llach
Web: http://www.vallllach.com/
D.O.: Priorato
Crianza: 16 meses de barrica (fermentado en toneles de 500 litros)
Varidades: 65% Cariñena, 20% Merlot, 15% Cabernet Sauvignon
PVP 60
Web: http://www.vallllach.com/
D.O.: Priorato
Crianza: 16 meses de barrica (fermentado en toneles de 500 litros)
Varidades: 65% Cariñena, 20% Merlot, 15% Cabernet Sauvignon
PVP 60
Una vez más, el vencedor de la cata que celebramos cada año por estas fechas de vinos del Priorato, ha sido para mi gusto este vino (otros catadores discreparon, pero poco), quizás el menos estrella si lo comparamos con el resto de figuras: Finca Dofí, Cims de Porrera, Clos Martinet, etc., pero este Vall Llach 2005, fue el que más sensaciones inolvidables me ha dejado grabadas en el recuerdo, que es algo que cada vez valoro más, sobre todo cuando la botellita cuesta más de diez mil pelas.
Ya solo en nariz, daban ganas de quedarse dormido con una taza al lado para ir disfrutando de una verdadera orgía de olores que te transportaba a esas dulces y anaranjadas tardes otoñales del Priorato, con su silencio, sus aromas minerales a pizarra y a fruta negra, intensamente madura, pero no pasada, sino viva, como a punto de estallar cada uva.
Cuanto más lo olía, más complicada era esa sinfonía de aromas en que los balsámicos de una madera bien tostada pero no empalagosa, arropaban esas poderosas Cariñenas que ni en sus mejores sueños, jamás soñasen con existían los antiguos agricultores de la zona, y no digamos ya los maños.
Un año más tuve que rendirme a la evidencia: los nuevos bodegueros del Priorato son unos soberbios, groseros e insoportables vanidosos, que no se merecen ni que hablemos de ellos, pero la verdad es que hacen unos vinos de espatarrar.
Claro que también los cobran, porque las botellitas que había sobre la mesa, no eran como para chatear todos los días, ni aunque “serías” de Bilbao, porque el más barato era el Clos Fontá, que por cierto para mí fue el vino revelación (ya hablaré de él antes de que se me borre el recuerdo), que cuesta 35€, pero que parece ser que amenazan con subirlo para esta cosecha (me refiero a la 2005 que pronto saldrá al mercado).
En boca el Vall Llach era un verdadero escándalo porque no dabas abasto a identificar los sabores que te salían hasta por las orejas, cuando te abordaba una nueva remesa de percepciones, y todo ello envuelto e integrado en una elegancia, que dificultaba diferenciar los matices, o al menos saber si en esa gran orquesta, era más virtuosos los grupos de viento o los de cuerda.
Es goloso, carnoso, cálido, pero a la vez fresco, porque se perciben mil frutillas negras, puede que hasta se colase alguna fresa salvaje.
Durante el paso de boca asoman los minerales, para que nadie se olvide que vienen del Priorato y, al cabo de unos segundos de haberlo tragado, mientras disfrutamos de todas esas sensaciones durante el post gusto, aparece un vibrante amargor que nos despierta como diciendo: ¡Eh! Que aquí estoy yo, que no por goloso soy un caramelo de violetas, que soy un gran vino.
Soberbio.
Yo creo que los grandes vinos deben beberse solos, porque ante tal cúmulo de sensaciones, no hay comida que permita percibirlos todos y es una pena, porque cada trago es un placer completo, sin necesidad de engullir nada que pueda distraer la atención. Como este día había tantos vinos y tan pocos catadores, pues hubo que sacrificarse y comer con ellos. De mano nos pareció que un Steack tartar de carne roxa de los valles de Covadonga, sería un buen bocado para los prioratos, pero solo me sirvió para confirmar mi teoría, así que comí con Finca Dofí y me regalé en la sobremesa con Vall Llach.
Ya solo en nariz, daban ganas de quedarse dormido con una taza al lado para ir disfrutando de una verdadera orgía de olores que te transportaba a esas dulces y anaranjadas tardes otoñales del Priorato, con su silencio, sus aromas minerales a pizarra y a fruta negra, intensamente madura, pero no pasada, sino viva, como a punto de estallar cada uva.
Cuanto más lo olía, más complicada era esa sinfonía de aromas en que los balsámicos de una madera bien tostada pero no empalagosa, arropaban esas poderosas Cariñenas que ni en sus mejores sueños, jamás soñasen con existían los antiguos agricultores de la zona, y no digamos ya los maños.
Un año más tuve que rendirme a la evidencia: los nuevos bodegueros del Priorato son unos soberbios, groseros e insoportables vanidosos, que no se merecen ni que hablemos de ellos, pero la verdad es que hacen unos vinos de espatarrar.
Claro que también los cobran, porque las botellitas que había sobre la mesa, no eran como para chatear todos los días, ni aunque “serías” de Bilbao, porque el más barato era el Clos Fontá, que por cierto para mí fue el vino revelación (ya hablaré de él antes de que se me borre el recuerdo), que cuesta 35€, pero que parece ser que amenazan con subirlo para esta cosecha (me refiero a la 2005 que pronto saldrá al mercado).
En boca el Vall Llach era un verdadero escándalo porque no dabas abasto a identificar los sabores que te salían hasta por las orejas, cuando te abordaba una nueva remesa de percepciones, y todo ello envuelto e integrado en una elegancia, que dificultaba diferenciar los matices, o al menos saber si en esa gran orquesta, era más virtuosos los grupos de viento o los de cuerda.
Es goloso, carnoso, cálido, pero a la vez fresco, porque se perciben mil frutillas negras, puede que hasta se colase alguna fresa salvaje.
Durante el paso de boca asoman los minerales, para que nadie se olvide que vienen del Priorato y, al cabo de unos segundos de haberlo tragado, mientras disfrutamos de todas esas sensaciones durante el post gusto, aparece un vibrante amargor que nos despierta como diciendo: ¡Eh! Que aquí estoy yo, que no por goloso soy un caramelo de violetas, que soy un gran vino.
Soberbio.
Yo creo que los grandes vinos deben beberse solos, porque ante tal cúmulo de sensaciones, no hay comida que permita percibirlos todos y es una pena, porque cada trago es un placer completo, sin necesidad de engullir nada que pueda distraer la atención. Como este día había tantos vinos y tan pocos catadores, pues hubo que sacrificarse y comer con ellos. De mano nos pareció que un Steack tartar de carne roxa de los valles de Covadonga, sería un buen bocado para los prioratos, pero solo me sirvió para confirmar mi teoría, así que comí con Finca Dofí y me regalé en la sobremesa con Vall Llach.
Yo creo que los grandes vinos deben beberse solos, porque ante tal cúmulo de sensaciones, no hay comida que permita percibirlos todos y es una pena, porque cada trago es un placer completo, sin necesidad de engullir nada que pueda distraer la atención. Como este día había tantos vinos y tan pocos catadores, pues hubo que sacrificarse y comer con ellos. De mano nos pareció que un Steack tartar de carne roxa de los valles de Covadonga, sería un buen bocado para los prioratos, pero solo me sirvió para confirmar mi teoría, así que comí con Finca Dofí y me regalé en la sobremesa con Vall Llach.