Panzanella fiorentina
Tengo una anécdota muy curiosa de este plato ya que, fue por su causa, o gracias a ella, que conocí al gran escritor e investigador, el turolense Javier Sierra, precisamente leyendo su última obra “La cena secreta” (madre mía, acabo de ver que han pasado ya diez años).
El caso es que hablaba de un plato medieval, la “panzanella” (el decía panazella, pero es panzanella), y lo describía como una sopa de cebolla, pan, pepino y tomate ¡Ay! El tomate no llegó a Italia hasta bien entrado el siglo XVI, y su consumo no se popularizó hasta el XVII, así es que, en la fecha que sitúa la escena, ni había soñado con esta solanácea.
Le escribí hecho un puma y me contestó muy amablemente, pidiendo disculpas, pero a su vez me lanzó un guante: “En Villalcázar de Sirga (Palencia) se conserva en perfecto estado un sarcófago del siglo XIII, de la segunda esposa del infante Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio. Se llama Leonor Ruiz de Castro y Pimentel, y en su mano sostiene... ¡un pimiento! ¿Cómo es posible, si no se vería un pimiento por tierras ibéricas hasta finales del XV? Es un misterio, salvo que me saques del error, en toda regla. Y, por cierto, ¿de dónde viene el apellido Pimentel en el XIII? Como creo que el asunto te fascinará, te paso un par de fotos del féretro para que lo examines”. Touché. No les voy a detallar los pormenores de mi investigación que, finalmente, me llevó a la India (pueden ver más en Historia del pimiento) porque aquí estamos para hablar de la panzanella, pero es curioso como se parece esta la historia con la del Gazpacho andaluz, cuyos componentes actuales son principalmente de origen americano, pero que antaño (y no tanto, porque Blasco Ibáñez nos habla de él así en su novela “La Bodega”), apenas si era un alimento de gañanes, consistente en pan duro mojado en agua y vinagre (caliente en invierno y frío en verano) y, en verano, tiempo de cosechas, con alguna cebolla, unos dientes de ajo y hasta algún pepino mustio que tirase un hortelano sobrado.
La receta
La única diferencia es que la panzanella no se maja, hoy día se tritura con batidora.
Por demás es lo mismo.
Ponemos a remojo las rebanadas de pan duro.
Mientras, picamos las hortalizas. Aquí se puede dejar volar la imaginación. Yo le puse apio verde porque me encanta, pero vale coliflor cocida, remolacha, incluso alguna fruta, como manzana, pera o piña.
Ponemos todo en una ensaladera o cazuela, y añadimos el pan, sal, AOVE y vinagre, al gusto de cada cual. Se remueve bien y se deja reposar unas horas en la nevera para que los sabores se compenetren. Incluso de un día para otro, porque es muy agradable llegar de la playa y encontrar esta rica ensalada lista para comer sin dilación.
Un vino para cada plato
Ni las ensaladas ni los gazpachos son platos que agradezcan el vino, más bien los desgracian.
Un rosadito muy afrutado se defiende y, ya que estamos en verano ¿porqué no tener en la nevera también una botella de rica sangría? Algún día les daré mi receta.