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La estética de la comida

Tataki de atún rojo
 
Tataki de atún rojo
Diario El Comercio año 1998.
 

Ya de vuelta a la tranquila rutina diaria (para los que tenemos la dicha de vivir en Asturias, las vacaciones de semana santa son como un recordatorio de lo angustioso que es vivir en las grandes urbes, donde en tres días de asueto sus moradores necesitan comer, beber y disfrutar todo lo que no han podido en cuatro meses), podemos retomar aquel régimen al que hacía referencia hace dos semanas.

Correspondería hablar de la cocina de los congelados, que es donde nos quedamos el último día, sin embargo hay un pequeño inciso que es imprescindible para poder lograr cumplir correctamente con un régimen: la presentación de los platos.

Nunca olvidaré los platos de acelgas y fréjoles verdes con que se mantenía mi pobre madre, enferma crónica de una terrible enfermedad llamada posguerra, y que los médicos pomposamente calificaban como insuficiencia biliar.

“Deberíais comer algo de verdura, nos aconsejaba, estas vainillas están riquísimas”, y quizás lo estuviesen, porque era una cocinera formidable, pero aquel aspecto lánguido y mortecino con que cada vaina colgaba del tenedor, ya me hacía sentir la indefectible miseria de la agonía, y antes de caer en depresión, me zampaba una docena de caneloni.

Sin embargo, años más tarde, cocinando con mi querido y nunca bien ponderado amigo y colega Ramón Ramirez, al ver como combinaba los colores de distintas hortalizas para una guarnición de corzo a las grosellas, de pronto me dije: “¡Cáspita (obviamente no dije esta cursilada, claro), pero si resultan más apetitosas las verduras que la propia carne!”, y a partir de ahí comprendí que hasta para vender bien una hamburguesa, la vista es uno de los órganos sensoriales que más predisponen al comensal a favor o en contra de lo que va a engullir.

Una de las recomendaciones más generalizadas en todo tipo de dieta, es poner en una bandeja todo lo que vamos a comer, y no probar bocado hasta sentarnos a la mesa.

De esta forma, al ver el más o menos apetitoso abanico de comida que nos espera, ya podemos pensar “Oye, pues no está nada mal lo que toca hoy en el régimen”, y así nos levantamos tan satisfechos de la mesa.

Lo más peligroso es comer directamente de las bolsas, cazuelas o tupers, porque sin darnos cuenta, y sin tener percepción de lo hemos engullido, si lo que ha sido un simple devaneo antes de comer lo pusiéramos todo junto sobre una tabla, seguro que nos avergonzaríamos de la capacidad de tripeo que tenemos.

Espero que ninguno de los lectores haya tenido que pasar por la dura experiencia del ingreso hospitalario, sin embargo a mi me sirvió para corroborar esta percepción: un régimen de 1000 calorías presentado en una bandeja, parece un auténtico festín.

La sopa, el plato principal con su guarnición, el bollito de pan, la fruta, etcétera, así visto en conjunto, parece una comida en regla.
Hagan la prueba en casa.
Monten su cubierto con todo lo que va a comer al rededor, y seguro que se sorprenderán de la cantidad que van a engullir.
Incluso conviene montar un plato combinado. Si por ejemplo tenemos un cuarto de pollo asado, un arroz con verduras, y una ensalada de zanahorias, todo esto bien distribuido en un plato, y con algún que otro adorno que apenas aumenta las calorías, hará un más que tentador plato de alta cocina.

Y si al lado tenemos una humeante taza de caldo, y otro plato con una pieza de fruta y un trozo de queso, pues banquete regio.

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Escrito por el (actualizado: 27/08/2015)