Cocina para jubilados
Dos viejos comiendo sopas, Goya
Febrero 2010.
Hay que felicitar a al señor Zapatero por la excelente idea que ha tenido al proponer recortar los derechos de jubilación, porque así, de un simple golpe de mano, ha conseguido solucionar uno de los problemas que más preocupaban al mundo occidental: como dar de comer a la creciente población de ancianos.
Desde un punto de vista político se puede pensar que el Zapa piensa como aquel famoso torero, “El Guerra”, que decía: “Después de mí, nadie”, porque, como está claro que al final de esta legislatura sus correligionarios le van a dar una patada en la retaguardia, pues ha debido pensar que no importa que el mundo se acabe, ya que a él, su pensión millonaria y vitalicia, no le va a faltar.
Política de tierra quemada, como la famosa Marcha de Sherman. Los habitantes de los estados de Carolina del Norte y del Sur, y de Georgia, murieron de hambre a causa de esta táctica de guerra total, pero el general, se salió con la suya.
No voy a seguir con estas filosofías baratas porque ya bastante triste estoy con mi soledad, y lo que menos me conviene es moverme entre asuntos tan tristes como los desatinos del Zapa y su camarilla, así que afrontemos la situación con valentía, como hicieran los bilbaínos durante el asedio de Zumalacarregui.
La cosa está jodida, pero más lo estuvo entonces y miren, ahora hasta tienen un museo forrado de titanio, así que sigamos su ejemplo.
La estrategia está en apoyarse unos a otros y, si “El Tigre” se pone a tiro, pues soltarle un cañonazo, a ver si revienta y nos deja en paz (llamar “Tigre” al Zapa es un eufemismo, pero es que no se me ocurre ningún símil zoológico, aunque yo creo que habría que buscarlo en la línea de los marsupiales).
Decía que, durante aquel dramático asedio que ordenó simpático aspirante al trono de España, mientras los jóvenes se mataban en las trincheras, los mayores se ocupaban de la intendencia, guisaban lo que pillaban y así, unos con otros, aguantaron varios meses en verdadero estado de milagro.
Aquí ya tenemos a los abuelitos sacando a pasear a los nietos y dándoles el potito de media mañana, pero ahora, contando con que ellos son los afortunados que han logrado cobrar sus derechos, pues habrá que exigirles que curren en serio, que nos preparen la comida diaria, que hagan la colada y que frieguen los cristales de toda la casa.
De hecho, contando con que en Asturias tenemos jubilados de apenas cincuenta años, pues hasta se les podría poner a plantar patatas, aunque la verdad, escribo esto sin mucha convicción, porque lo más dramático es que, los pocos jóvenes que deberían sostener la economía, son ninis, o sea, más indolentes y pusilánimes que los pobres ancianitos del Monte Naranco (es el hospital geriátrico de Oviedo).
Cuesta trabajo imaginar nuestros lustrosos pueblos, tan bien equipados, con sofisticados servicios públicos y llenos de cochazos de lujo del último modelo, caer en la ruina, pero más deslumbrantes eran las divinas urbes de Buenos Aires y La Habana a mediados del siglo XX, y miren en lo que se han convertido.
España es un país de cobardes, de comesopas, un pueblo al que hay contarle mentiras piadosas como la Batalla de Covadonga o la Guerra contra Napoleón, para que se sienta infantilmente orgulloso y no quiera ver como sus gobernantes queman el fruto de su trabajo, la parte de su cosecha que por derecho les corresponde, mientras los jerifaltes se ríen desde los balcones de Palacio.
En Francia esto hubiera supuesto un duelo a muerte, pero aquí los sindicatos no pueden hablar porque tienen la boca llena.
La banca y las multinacionales se ríen mientras los medios de comunicación les felicitan por los multimillonarios resultados del pasado ejercicio, pero la pequeña empresa sigue congelada porque no recibe créditos y los trabajadores están siendo desalojados de sus casas por el impago de unas hipotecas capciosamente diseñadas por los prestamistas.
A los mayores de 55 años nos despiden alegando ERES por inexistentes crisis en empresas que ofrecen a sus accionistas cuentas de resultados excelentes, y el Zapa, en vez de avanzar la edad de jubilación para forzar el dinamismo laboral, lo que hace es retrasarla para crear una bolsa de parados excotizantes, con derechos adquiridos durante más de treinta años de trabajo, y que ahora tendremos que sentarnos a ver la tele con la esperanza de que nos de una embolia y así nos tenga que cuidar la Seguridad Social. Por lo menos de aquí no parece que nos vayan a echar de momento, porque el señor Secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado, ha dicho que, como había dinerillos de atrás, pues la SS tiene superávit, así que ya saben, si quieren disfrutar de algo parecido a la jubilación, búsquense una enfermedad gorda y a comer de hospital (yo ya tengo mi cardiopatía que creo que es muy apropiada para esos menesteres).