Congelar para adelgazar
Como la semana pasada les conté que me había pasado un día entero cocinando para ponerme a dieta, pues lector comedido sigue estupefacto preguntando se donde está el misterio de todo este contubernio, y es que me lié con lo de la dieta mediterránea, y no les conté el final de la historia, que es que toda aquella variedad de platos tenían un destino inmediato: el armario congelador.
La congelación es la gran aliada de los cocineros solitarios, y utilizo el genero masculino en su acepción genérica, porque hoy día, afortunada o desgraciadamente, los solitarios no somos solo los hombres, sino que hay también legión de mujeres que viven la soledad doméstica.
Y no es fácil, porque si queremos mantener cierta dignidad hogareña (los asuntos afectivos y sociales no corresponden a esta sección), ello implica un cierto esfuerzo, que solo se logra mediante un gran sentido organizativo.
Por mucho que nos guste cocinar, no creo que a nadie le apetezca prepararse un ágape para sí solo en medio de la jornada laboral, y sin embargo todos recordamos como cuando llegábamos a casa de nuestros padres, un rápido asalto a la nevera solucionaba el trance.
¿Porque no podemos hacer lo mismo en nuestra propia casa?
Pues sencillamente porque ya no tenemos aquella tata que guardaba celosamente en el “Frigidaire” las croquetas que sobraron del día anterior, el caldo del cocido que comieron a medio día, o los ingredientes de la ensalada que pensaba hacer para la cena.
Sin embargo si planificamos bien nuestra nevera, el combi, que es lo que se lleva ahora, no echaremos para nada en falta a la vieja cocinera de nuestros padres, ni a nuestra querida madre, ni tan siquiera a nuestra despreciada/o exmujer/marido.
Eso sí, de vez en cuando habrá que ponerse cual marmitón de mercante, para organizar la gambuza de toda la singladura.
Otro día hablaremos de la planificación de la compra, algo fundamental si no queremos convertir la nevera en un basurero, pero hoy toca dar algunos consejos sobre en congelado.
Hay muchos y muy buenos libros sobre congelación, pero no siempre sabemos por donde empezar, así que vamos con algunos consejos para iniciarnos en esta especialidad.
Lo primero que hay que saber es que antes de congelar el guiso debe estar completamente frío.
Por ejemplo: hacemos una olla de cuscús, comemos ese día, dejamos enfriar, y por la noche lo repartimos en bandejas individuales, así cada día podemos cambiar de menú. Algún envase especial para dos raciones también es recomendable tener, por aquello de que nunca se sabe donde salta la liebre.
Verduras: se pueden comprar ya congeladas, que dan mucho juego y mantienen todas sus vitaminas, o comprarlas frescas, escaldarlas en agua hirviendo con sal, dejar enfriar completamente, y congelar.
Especias frescas: se pueden congelar en seco (yo uso los envases de los carretes fotográficos, son una medida perfecta), o también en suspensión. O sea, en una cubitera ponemos por ejemplo albahaca picada, llenamos de agua, y cuando queremos usar ponemos directamente un cubito de agua perfumada.
Pueden ver la receta pinchando en Albónigas de Dieta.
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