Los terroristas no viajan en primera
Suena a sainete, a comedia de Alfonso Paso, pero no, es una reflexión, aunque forma parte de un contexto tan surrealista que, no digo ya a Jardiel Poncela, sino al propio Kafka, le hubiera parecido atrevido aventurarlo en sus días.
La temible navaja que ven ustedes en mi mano, motivo de un desagradable altercado en el aeropuerto de Asturias, me llevó a esta reflexión: Los terroristas no vuelan en Bussines Class.
Un servidor de ustedes no suele disfrutar de las primeras filas en los aviones y menos en los vuelos nacionales, entre otras cosas porque es una tomadura de pelo ya que el asiento es igual de incómodo que en turista y la única diferencia es que te dan un cafetucho de desayuno, vamos, que por una birria de piscolabis te soplan algo así como 200€. Pero esta semana, y gracias a la generosidad de los propietarios de Bodegas Castillo de Cuzcurrita que nos invitaron a probar su nuevo Cerrado del Castillo de Cuzcurrita 2001, por cierto excelente, muy personal, pues viajé en Preferente.
Hace unos meses, cuando empezó la histeria de los controles en los aeropuertos, un sagaz carabinero detectó en su scanner el arma letal que ven en la foto, y me la intervino. Con la proverbial sagacidad que siempre caracterizó al Cuerpo, el agente me dijo algo así como que estaban tajantemente prohibidas las armas blancas a bordo.
Yo miraba incrédulo mi diminuta navajita suiza y le decía: “¿Te han llamado arma blanca, chiquitina mía, pobre, te van a encerrar hasta que pueda rescatarte ¿acaso eres consciente de tu potencial ofensivo?”.
Intenté hacerle razonar, estúpido de mí, que aquello tenía menos peligro que una pluma estilográfica y, haciendo de nuevo gala de esa habitual cortesía y simpatía que distingue a la Guardia Civil, me respondió: “Pues quizás también haya que intervenir esos objetos”. Fin del debate.
Desde entonces me quito hasta el crucifijo no vaya a ser que pueda atemorizar a otro número de la Benemérita y me detengan por reincidente, pero cual no sería mi sorpresa al ver que, en esa bandejita de dudoso desayuno de Bussines Class ¡había dos cuchillos metálicos! ¿Se dan ustedes cuenta de la incongruencia?
Evidentemente no creo que sea muy intimidatorio usar un cuchillo de postre para secuestrar un avión, pero ¡coño! Que era cinco veces mayor que mi navajita Vitorinox.
Entonces llegué a esta axiomática conclusión: Los terroristas no viajan en Primera.
No es que un servidor tenga intenciones de llevarse por delante las Torres Kio, pero comentando el incidente en una cuchillería, el propietario me mostró un cuchillo elaborado con una especie de cerámica indetectable por los controladores y que cortaba mejor que el propio acero. “Mire, con esto puede usted llevarse por delante a una azafata de un tajo”.
Decidí posponer el asesinato para otro día, pero me quedé con la copla. Hasta ayer. Ayer comprendí que para secuestrar un avión, no hace falta gastarse mil duros en el ingeniosos cuchillo cerámico, basta con sacar billete de Bussines Class, ya que en esas primeras filas, con el desayuno, te incluyen armas homicidas cinco veces más contundente que mi peligrosa navajita del llavero.
¿Quién estará sacando tajada de toda esta majadería?