Gran Feudo sobre lías
Bodega: Julián Chivite
DO: Navarra
Uvas: Tempranillo, Garnacha y Merlot
Crianza: 6 meses sobre sus lías (en depósito)
P.V.P.: 7,50€
www.bodegaschivite.com
Un rosado de Navarra
Como ya explico en la presentación de los rosados, esta es la asignatura pendiente de los bebedores españoles, pero afortunadamente los bodegueros de prestigio y solvencia, siguen en la brecha, aunque en algunos casos sepamos que apenas cubren gastos, porque hacer un buen rosado es tan caro como hacer un buen tinto, pero el mercado exigen venderlo a precios insolentes.
Navarra es una de las provincias españolas con más solera en la elaboración de rosados de calidad, hasta el extremo de que su CRDO exige que todo aquel que lleve su contraetiqueta, se haya elaborado por lo que denomina “vino de lágrima” o de “sangrado”, es decir, un vino solo escurrido, sin prensar, lo que siempre se reservó para los grandes señores, dejando para el pueblo lo que venía después y que resulta más basto porque la prensa saca los sabores menos nobles de los orujos.
En todos mis libros cito el Gran Feudo de Chivite como uno de mis vinos preferidos, porque el sabor de la garnacha fresca, con esos aromas a flores y fruta madura, me entusiasman. En esta ocasión hemos elegido un vino más serio, el Gran Feudo sobre lías, que lleva otras uvas, aunque la garnacha sigue estando muy presente.
Es un vino más complejo, pero no por ello menos fácil de beber, porque esa crianza sobre lías hace que los sabores afrutados se concentren más y sobre todo los matices flores destacan con más carácter. Eso y un paso de boca más glicérico, pero muy seco, lo que incluso sorprende la primera vez, pero que hace que en la mesa se comportee de maravilla, incluso con grandes carnes.
Con qué disfrutar de este vino
Alcachofas frescas
Como todo el mundo sabe, las alcachofas y los espárragos, dos bocados exquisitos de la buena mesa navarra, son los peores verdugos conocidos para los buenos vinos, salvo para los rosados, que quizás sean los únicos capaces de sobrevivir a esos ácidos tan potentes que incluso hacen que el agua sepa dulce si se bebe después de comer una alcachofa.
Quizás sea más espectacular lo bien que funciona el rosado normal debido a su aroma afrutado, pero este es otra experiencia, quizás más seria y quizás más larga, porque no solo nos permite hacer un maridaje casi imposible, sino que en la mesa se comporta como un campeón ante una menestra, aunque esta lleve carne (eso ya es un debate regional sobre el que cada cual puede opinar).
Dicho esto, y aunque suene de Perogrullo, este es un vino que debemos siempre tener en nuestra bodega porque es el típico todo terreno, sobre todo esos días en que nos liamos la manta a la cabeza y preparamos una paella o una fidegüá, porque ya se sabe que los rosados son los vinos perfectos para este tipo de platos, y para otros muchos, sobre todo esas preparaciones de fortuna que se nos ocurren sobre la marcha cuando se presentan en casa unos amigos inesperados.