Restaurante La Casona de Rioseco
Lechuga al solín de la terraza en Diciembre 2008
Parque natural de Redes
Ctra general, 91
Rioseco, Sobrescobio
Tel 985 609 704
20 € | |
2 sobre 5 | |
Propio | |
No cierran | |
Lunes noche y martes |
El río Nalón, siendo el mayor de Asturias, que ya podía dar ejemplo, es el más irresponsable y caprichoso de todos los ríos de España.
Si lo remontamos desde su desembocadura, en la formidable plata de La Arena (el que la bautizó sufrió de meningitis a causa del esfuerzo), para empezar, es decir donde termina, tenemos una deliciosa vega por donde serpentea haciendo grandes meandros y regando las fértiles huertas de Pravia, como Dios manda, pero al dejar a tras las de Cándamo, famosas por sus fresas, se vuelve loco y, en vez de seguir hacia el sur como sería su obligación, da la vuelta y se tira sin causa aparente hacia el este, cruzando media Asturias para meterse en la cuenca minera. Hay que tener mal gusto.
Después de visitar La Felguera, ya recapacita y empieza a subir hacia el sur, como debió hacer desde el principio y entonce se vuelve un río precioso, asturiano hasta su última gota, caudaloso, pedregoso, plagado de árboles que hacen de él una verdadera monada.
De ahí sigue hasta su nacimiento en el puerto de Tarna, una espectacular escalada que les aconsejo que visiten porque le zumba, pero nosotros nos detenemos en Rioseco, una gran presa que no sé quién sería el gracioso que así la bautizó, porque anda que si aquí el Nalón no tiene agua, en Asturias nos íbamos a duchar con sifón.
¿Porqué nos paramos aquí? Pues para comer en La Casona, que es titulo de este articulo.
- Pues ya era hora, guapo, interviene mi saurio corrector, porque lleva usted dando más vueltas que dichoso río ese de marras.
- Ya, pero era para meter al lector en ambiente. De hecho pensaba ahora interpretar la personalidad de este río como corresponde, es decir, desde su nacimiento hasta su desembocadura, demostrando que su esquizofrénica conducta se debe a que, al llegar a la cuenca minera, sale huyendo hacia el Oeste buscando cauces más limpios y menos contaminantes.
- Y entonces yo y todos los lectores, le mandamos a cardar lana.
- Vale.
Les decía que parábamos aquí para comer por varios motivos que les contaré a continuación si mi amigo Tuátara me lo permite, pero si hacemos esta bella excursión, debemos planificar la escalada para que, a eso de las doce de la mañana, nos cuadre pasar por Campo de caso para tomar un pinchín de empanada en el obrador de Suspiros del Nalón (miren en Empanadas asturianas), una golosina irresistible.
La Casona es un pequeño hotel rural, absolutamente familiar porque lo hicieron piedra a piedra entre Hugo y Ana, con la ayuda de la hermana de esta, Elsa, y hasta de los hijos si es menester, de modo que sus clientes son casi socios del clan.
Su cocina es tan montaraz como los alrededores, así que olvídense de mariconadas y decoraciones a la moda. De hecho el cabrito que ven en la foto es lo más fotogénico que se puede reproducir, porque el pito de caleya parace que ha sido descuartizado por una mina antipersonas.
Pero su cocina es así, terrible.
También lo son sus precios, pero por lo moderado, algo que en estos tiempos se agradece, porque comer tres personas a base de embutidos, callos (muy suaves y deliciosos), chorizo casero frito (tremendo), cabrito y todo bien regado con un reserva de Barón de Ley, postres,cafeses y esas cosas y salir a poco más de veinte euros per cápita, pues no me digan que es más que recomendable.
Eso sí, antes hay que ganárselo, así que prepárense una buena caminata para atacar el cabrito con ganas. Hay una web muy bonita que se llama “Sobrescobio, la Tierra como era” donde salen muy buenas informaciones de turismo activo, desde las más bucólicas, como Ruta del Alba, hasta alguna por donde poder descornarnos a gusto.
Hugo tiene un artilugio muy asturiano, replica de los asadores argentinos, donde se prepara el cabrito a la estaca. Hay que encargarlo porque lleva mucho trabajo y solo se puede hacer por piezas enteras, incluso varias a la vez, aunque en fin de semana suele asar para vender por raciones. Pero hay que llamar y de paso reservar mesa en la pecera, una deliciosa terraza cerrada donde el solín de invierno hace maravillas.
Encarguen también frixuelos, porque Ana los borda (yo los tomo con un poco de ron añejo quemado, una debilidad).
Y si pueden quedarse a dormir, pues la cuenta, porque amanecer en ese remanso de paz, con un fío que pela y todo nevado, debe ser una delicia..., para volver a meterse en la cama al calorín del regazo de nuestra amada.