Restaurante Asador La Miranda

No es Asturias tierra de asados ni de corderos, sin duda porque los verdes pastos, que tan buenos son para las vacas, no sirven para que la carne de los lechazos sea tan delicada y perfumada como cuando se crían con rastrojo seco, así que, los amantes de esta exquisitez, tuvimos que esperar durante años a cruzar Pajares, para gozar de nuestra golosina preferida ( ya he comentado en otras ocasiones que uno de los mejores asadores está en León, donde antes terminaba la autopista del Huerna, en Viloria de La Jurisdicción).

La primera salvación nos llegó en el año 96 de mano del Asador de Aranda (¡Ojo! el de la calle Jovellanos de Oviedo, no confundir con el Asador Arandino de la calle Campoamor, propiedad de bodegas Torremilanos, y que es algo tan lamentable que provoca depresiones), todo un éxito del que publiqué hasta seis referencias en mi sección de gastronomía de el diario El Comercio (también quise exponer mi opinión sobre el Arandino, pero me fue censurada, y hasta puede que con razón, porque lo conté todo).

El de hoy es otra cosa, más como para sentirse en casa, como esos entrañables asadores que jalonan la llanura castellana y donde, hasta que se pusieron de moda los comedores lujosos (a mí me dan un poco de repelús porque me dan sensación de convento, de monasterio de El Escorial), se servían los mejores asados del mundo.

Lo han ido reformando poco a poco y cada vez con más acierto, de modo que en estos momentos ya es habitual ver mesas de ejecutivos que no quieren meterse en el lío urbano de la capital y prefieren la paz de la campiña, porque el Alto de La Miranda es ante todo un puertín delicioso por el que merece la pena dar un paseo antes de ponernos las botas.

Asan al más puro estilo mozárabe, horno de leña y punto, impecable por cierto, aunque vulneran el protocolo castellano al acompañar el lechazo con unas patatas panadera, excelentes, deliciosas y muy al gusto asturiano. El que no las quiera que las deje, que seguro que el vecino se las zampará.

En mi última visita nos obsequiaron con una prueba de cochinillo (solo lo preparan entero y por encargo) y me llevé una de las mayores alegrías de los últimos años, porque acabo de acortar casi cuatrocientos kilómetros.

Hasta la semana pasada, cada vez que quería gozar de esta golosina, tenía que ir hasta Arévalo, que no es broma, pero el de la Miranda estaba tan bueno como el de La Pinilla y, por supuesto, el servicio mucho más agradable ya que Mª Paz y su hija Jacqueline, responsables de la sala, son un encanto.

En domingo el comedor es muy bullanguero, porque tiene ese carácter familiar a que nos referimos antes, pero entre semana resulta encantador.
No se olviden de probar la morcilla de arroz frita, tiene un puntín de comino, formidable.

Para llegar, consulte el mapa pinchando Aquí.

  Un apunte. Después de hacer esta crónica, hemos vuelto en varias ocasiones hasta el extremo de que hoy por hoy (2008) este es uno de los comedores que con más asiduidad frecuento de Asturias, porque cada día incorporan alguna mejora, señal de preocupación por el bien estar de su clientela.
Verán que hemos modificado la valoración de carta de vinos, que era un poco rala y ahora es absolutamente impecable, con una magnífica selección de todas las DD.OO., a buenos precios y con los vinos más punteros del momento.
Y, ya de paso, además de los asados, que han mejorado aún más,  recomendar unos callos de quitar el sentido (como siempre voy a tiro fijo, no los había probado pero son de los mejores del Principado).

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