Nuevo Los Arcos
Octubre 2013
30 € | |
3 sobre 5 | |
a 200m | |
Enero | |
No descansan |
Sin duda es la noticia del momento, porque no se trata de una simple reforma, de un cambio de imagen, de una renovación, sino que en Los Arcos, uno de los más acreditados comedores de Asturias, han tirado la casa por la ventana, al contenedor de obras, y han levantado un nuevo restaurante.
Todo es nuevo, sobre todo la filosofía de hostelería, y como guinda al pastel está la vuelta a los ruedos del gran Ramón Celorio después de una larga convalecencia que, según sus propias palabras, le ha servido para reflexionar sobre muchos aspectos de su cocina.
Un dramático accidente de coche que se saldó casi milagrosamente con solo una pierna rota, eso sí, rotísima, un parón de casi año y medio en su carrera, pero que a la vista de los resultados no ha sido tal, porque hay muchas novedades, como su nuevo sistema de compras basado en pequeños productores de la zona, muchos de ellos jóvenes profesionales que han vuelto al campo con ideas universitarias y productos como esas fresas de Nieda que nos presenta sobre una crema de leche a la vainilla de Tahiti, una delicia que hacía más de treinta años que no disfrutaba.
Ramón ha puesto un pequeño Teppanyaki junto a la barra, pero no se ha japonizado, lo que ha hecho es aprovechar esa simpática forma de comer viendo como se cocina, pero sirviendo platos como ese magnífico salmonete a la plancha sobre arroz con gochu celta que ven en la foto de cabecera.
Allí tiene una nevera escaparate donde reposan sobre hielo los pescados y mariscos con que nos va a deslumbrar con esas preparaciones, sencillas pero sabrosas, que tanto nos fascinan, sobre todo viéndole actuar ante nuestras narices mientras degustamos plácidamente un buen vino (parece que da morbo eso de ver currar a la gente mientras nos regalamos con una copa de Champagne).
Tras él hay un pequeño jardín de hierbas aromáticas que corta y coloca en los platos sobre la marcha, como pueden ver en este plato de Gochín celta que hizo las delicias de los asistentes.
El ambiente tiene un punto Zen, Feng Shui, Sinto o como se quiera llamar a este minimalismo cálido que hemos absorbido de aquellas islas. Mucha luz, armonía, sensación de buena honda y una espectacular terraza donde podemos igualmente degustar las golosina de nuestro querido maestro.
Han ajustado los precios, a pesar de que este verano han estado a reventar y siguen llenando los fines de semana (conviene reservar, sobre todo si quieren una mesa en la terraza o sentarse frente al Teppanyaki), y tienen todo un programa de actividades para el otoño que no sé porqué no han colgado de su página web.