Nachos y antojitos
La incultura de las masas, amplificada por este mega altavoz llamado Internet, además de estragos, está haciendo realidad aquella terrible frase atribuida Goebbels que sentenciaba que “Una mentira repetida mil veces,se convierte en verdad”.
Los nachos mexicanos son unas tortillas de trigo o de maíz, gratinadas con queso y alegradas con una raja de chile jalapeño. Punto.
Sin embargo, si miran ustedes las imágenes que salen en Google al poner la palabra “Nachos”, siempre verán unos triángulos pardos que se llaman totopos y que son trocitos de tortilla de maíz fritos. Suelen servirse en un cuenquito de barro para ser usados como cubierto, por ejemplo para comer el guacamole, pero, repito, no son “Nachos” sino totopos, aunque el tirón comercial hace que muchas marcas de snacks pongan intencionadamente en sus bolsitas el término equivocado. ¡Tramposos! Y más tramposos y sinvergüenzas aún, quienes cuelgan en la Red fotos de esos totopos con carne molida, guacamole, ensaladilla, ketchup o Dios sabe qué, bajo el epígrafe de “Nachos”.
También tiene castigo que algunas conserveras mexicanas o texanas, vendan rodajas de jalapeños como “Nachos” (nacho sliced jalapeno peppers), porque al final entre todos están haciendo de la gran cocina mexicana se convierta en un circo comercial en que ya nadie sabe qué es qué.
El siguiente término del título no se refiere a ningún plato sino a un estilo informal de comer entre horas y por las calles, aunque tal ha sido su éxito que, en los innumerables restaurantes mexicanos repartidos por medio mundo, puedan ver en sus cartas “Antojitos” como si fuese un plato combinado.
En Los Ángeles y San Francisco hay cientos de camiones, los famosos "foodtrucks", que venden antojitos como si fueran los perritos calientes en Chicago o las pizzas en Nueva York, la fiebre de la llamada "street food", pero que en California, Texas y Nuevo México, gira en torno a los antojitos. Incluso diferencian ya la comida Tex-Mex de las tradicionales mexicanas de Oaxaca, Puebla, Tamaulipas o Yucatán, algo es algo.
Hay un restaurante mexicano en Madrid donde hace cuarenta años iba un servidor con cierta frecuencia (era un poco lúgubre pero se comía muy bien), y ofrecían como especialidad los Antojitos mexicanos, un surtido de quesadillas, tacos, guacamole, frijoles refritos, arroz frito, pollo con tomate, etc., una forma divertida de conocer un poco esa cocina, aunque ese no es el espíritu de los antojitos, porque aquella comida era de mesa y mantel, la antítesis de los antojitos.
La receta
En realidad no hay receta porque ya he dicho en qué consisten los nachos y desde luego lo que voy a darles es recetas de las tortillas porque eso sí que es un lío y las que se venden prefabricadas son más que aceptables.
Aunque sean más típicas las de maíz, a mí los nachos me gustan más con las de trigo, sobre todo porque resultan más blanditas y fáciles de comer. Aún recuerdo unos que me sirvieron en una taquería de Valladolid, en Yucatán, que tuve que dejar porque casi me machaco allí la dentadura.
En ambos casos hay que seguir las instrucciones del fabricante para terminar de cocerlas y, aún calientes, podemos una loncha de queso Cheddar encima y las metemos a hornear hasta que este se funda completamente y empiece a dorarse. Se sacan, depositamos una rodaja de jalapeño sobre cada tortilla y listo.
Conviene poner un pocillo con rajas de jalapeños por si alguien quiere alegrar más los suyos, pero eso debe dejarse al albedrío de cada cual porque el picante puede dar disgustos a los no iniciados.
También verán salsa de queso para nachos. En realidad es queso Cheddar rallado y batido con nata y mantequilla, aunque las que venden en conserva lo que suelen llevar es grasa animal y suero. Malo.
Un vino para cada pincho
Como ya he comentado que los nachos forman parte de lo llamamos antojitos y estos suelen componerse de al menos media docena de platillos, lo suyo es buscar una bebida que sirva para todos ellos, de modo que he escogido una que me encanta para las comidas informales: la manzanilla. A pesar de su poderoso aroma y sabor, apenas distorsiona los platos y menos estos de sabores tan radicales, pero sobre todo mantiene el pabellón bien alto porque no hay receta que la eclipse.