Restaurante La Venta del Jamón

Tanto en la decoración como en la propia carta, La Venta del Jamón recuerda mucho a esos asadores vascos situados en un caserío rural, donde, en cualquier momento, podría aparecer Heidi escanciando un culín de sidra para su amado Pedro.

Llegaron hace más de un siglo de la lejana Andalucía y, como tantos otros inmigrantes, se dedicaron un poco a todo, transportes, comercio, comidas, hasta que un día, recordando que Alfonso XIII había pasado por allí camino de Gijón y que por los alredores habían construido infinidad de polígonos industriales, Amadín decidió poner coqueto el comedor y dedicarse en cuerpo y alma a la hostelería. Y triunfó.

Es una casona en medio del campo, con preciosas vistas sobre el valle, minuciosamente decorada como si fuese un chalet alpino y donde tenemos la seguridad de comer bien, pero bien, bien, a pesar de que en algún momento Amadín padeciese graves tentaciones, como meterse en berenjenales de Nueva Cocina, hacerse presidente de Jóvenes Cocineros de España o vocal del Oviedo C.F.

De aquellas filigranas queda su tortilla espumosa de patatas, un toque simpático, pero sin pasarse porque hay que dejar sitio para las berenjenas, las croquetas, los montaditos de boquerones y, por supuesto, sus arroces y bacalaos, aunque yo suelo comer el Steak Tartar.

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