Restaurante La Parrilla

Es el comedor más anarquista que jamás se hayan imaginado, no sólo porque los dueños y empleados sean jóvenes vestidos de vaqueros, si no porque en las mesas verán señoras enjoyadas, ministros camuflados, o un par de camellos recuperándose de un trajín.

“¿Y qué jacemos co esti peyeyu?” le preguntó una vez Abel a una señora que, muy fina ella, le entregó un valioso abrigo de zorros para que lo llevase al vestuario. La pizpireta vampiresa había pinchado en hueso porque ¡anda que somos buenos los de Cangas! como para que nos vacile una pajarita veraneante.

No se pasan con nadie, de hecho es encomiable lo bien que llevan el vacilón sin rozar el listón del respeto al cliente, pero no pretendan dárselas de cosmopolitas en un comedor con manteles de papel, porque harán el ridículo.

Muchos han sido los amigos que han pasado de mi mano por esta casa y todavía no ha habido uno que no haya salido impresionado por la calidad de sus pescados y mariscos y su toque de plancha.

Parece que José lo hace de cualquier manera, pero el jodío de él, tiene una mano que para mi la quisiera yo. Imprescindible reservar, incluso entre semana en pleno invierno, así que en verano o fin de semana, imagínense.

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