Restaurante El Rompeolas

Tazones, el puerto por donde desembarcó Carlos V para convertirse en Carlos I, es lugar de obligada visita, no por sus restos históricos, si no para ponerse las botas de marisco, pero ¡cuidado! porque no es oro todo lo que reluce y una jornada de fiesta puede truncarse en una mala experiencia.

Algunos inteligentes y buenos hosteleros luchan por vender la imagen de Tazones como un todo integrado, donde, sea cual fuere el chiringuito, el turista se lo va a pasar bomba comiendo mariscos exquisitos a buen precio y con trato correcto.

Desgraciadamente esa no es la realidad, ni mucho menos, de hecho cuando quiero ir a este coqueto pueblín, si no encuentro mesa en El Rompeolas o en La Nansa (están juntos), directamente cambio de planes. Ambos locales son diminutos, cocinan las jefas y atienden los esclavos, o sea los maridos, Juan, en la Nansa y José en El Rompeolas.

Ambos son educados, cahondos, rápidos como voladores, amigos de sus clientes y, curiosamente, auténticos expertos en vinos, como ni por asomo correspodería por presencia externa a estos locales.

Déjense aconsejar, nadie como ellos saben qué es lo mejor en ese día, pero en El Rompeolas, no dejen de probar sus fritos de pixín, será una experiencia inolvidable.

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