Maíz, adiós a las esfoyazas
Hizo ayer precísamente dos años, hay que ver como pasa el tiempo, que estas mismas páginas publicaba un servidor de ustedes el artículo sobre el maíz «Como los chorros del oro», así titulado porque si bien desde principios del siglo XVII fue comida habitual para miles de asturianos, y solución para muchas y serias hambrunas, hoy bien podría seguir siendo una interesante fuente de riqueza, no industrialmente, sino a través de su gastronomía.
Ha llovido desde entonces, pero las semillas que planté, no han germinado. Es más, debieron pudrirse el mismo día que las sembré.
Aquellos granos eran ideas, y si a las palabras se las lleva el viento, a estas las disuelve la bruma, la bruma asturiana del desinterés, del despropósito, de la indolencia.
El Instituto Nacional de Estadística publicó antes del verano los datos del turismo español del año anterior, y en ellos se destacaba la caida en mas de un 15% de este en Asturias. Datos que reciben todas las agencias de turismo y profesionales del sector ( ustedes mismos pueden acceder a ellos a través de Internet).
¿Preocupación?
Por parte de la administración desde luego que no, aunque desde la Asociación de Periodistas de Turismo de Asturias, se redactó un serio decálogo en que se reflejaban las negligencias principales que, a nuestro juicio, estaban llevando hacia el precipicio al sector hostelero.
Ni caso, por supuesto.
Y llegó septiembre, con toda su belleza, con sus días limpios y templados, con sus manzanas, avellanas, setas, y, por supuesto el dulce maíz, motivo de ruidosas fiestas populares en todo el Principado durante siglos, antes de que llegasen los televisores y los R 5 Turbo.
En estos días las familias se reunían para recoger la cosecha, y con tal motivo se celebraban fiestas en cada aldea, para así atraer a aquellos hijos cuyas manos eran tan necesarias de recuperar de la emigración, aunque solo fuese un par de semanas.
Terminada la faena en el campo, al atardecer llegaba la esfoyaza, tarea que se convertía en fiesta mayor, ya que mientras las mozas preparaban las ristras de panoyes a cobijo del horreo, los mozos cortejaban, y los cantos y bailes eran sello de compromiso que solía terminar en boda.
A altas horas de la noche, cuando el maíz ya quedaba colgado de los corredores, el dueño de la cosecha sacaba la garrulla, a base de sidra, avellanas, queso y dulces, y el fin de fiesta terminaba por todo lo alto.
Así cantaba Antón de Marirreguera la fiesta del maíz: "La postrer nuiche ya d’Octubreyera/ y acabose temprano la esfoyaza,/ la xente veladora y placentera/ de comer la garulla daba traza;/..."
¿Tiene usted, querido lector, preparada alguna esfoyaza para estos días?
¿No se ha enterado de ninguna?
Yo tampoco ¡Que raro!
Y eso que hace ya dos años que destacábamos el potencial que podrían suponer estas fiestas de honda raigambre popular para el turismo rural.
Y los avances gastronómicos que habían alcanzado nuestros jóvenes cocineros trabajando el maíz.
En fin, otro año será.
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