¡Hasta los ajos son chinos!
Hacía tiempo que no comía carne de potro, así que me estaba relamiendo al recordar aquellos perfumes y texturas con que me regalaba frecuentemente durante mi vida en Castropol, pero probando aquel apetecible entrecot, sentí un cierto recelo al notar un sabor extraño, algo mosqueante, algo que me indicaba que aquella carne no era como la que había descrito años atrás (el primer artículo que publiqué, allá por el año 1989, se llamaba Potro salvaje, quizás la mejor carne del mundo ).
No le quise decir nada a mi ex mujer porque se lo había regalado un paciente agradecido (menos mal, porque todos le regalan bombones y como yo nunca como dulces, pues...) y temí que le sentase mal, pero lo comí a disgusto.
Al día siguiente me sucedió algo parecido con una raja de bonito, pero como era del Alimerka y sus pescados no son precisamente de primera calidad, pues no le di mayor importancia, aunque mi memoria olfativa sí debió grabar el dato porque, un par de días más tarde, con un maravilloso solomillo de culón asturiano, me volvió a aparecer ese rastro olfativo y, al fin (uno ya está algo torpe), comprendí que no era la carne potro, ni el bonito, ni el xatu, sino los ajos, los putos ajos eran los que me estaban arruinando la vida desde hacía una semana.
Ya me había sucedido con los tomates hace años, que de pronto me empezaron a sentar mal, hasta que descubrí que era la piel de esos transgénicos que actuaba como un blindaje Panzer para lucirse bonitos en los escaparates y lineales, pero que no había estómago que los digiriese.
De las patatas ya no voy a hablar, porque llegué a pedir prestado un huerto para plantar unas que me traje de Tenerife, porque ya es más difícil encontrar unas buenas patatas que un auténtico Beluga.
Tampoco hay zanahorias que sepan a tal (de niño, en la finca de mis padres, era lo más parecido a un conejo, porque me pasaba el verano rucando aquellas perfumadas y jugosas zanahorias que el guarda recogía cada mañana con la fresca y con las que mi madre preparaba un exuberante pisto que vendía durante el resto del año en su restaurante), ni lechugas con que las que alegrar una mesa veraniega, porque la mayoría son de cultivo hidropónico, de esas que vaporizan con carbónico un par de horas antes de sacar a distribución para que se pongan verdes y que hasta llegan a estar correosas ¡increíble!
Pero ya el colmo de los colmos, el no va más de esta larga cadena de despropósitos, es que en España, la tierra de los ajos, un país cuyo más brillante escritor gastronómico, Julio Camba, llegó a dedicar el primer capitulo de su descripción de La Cocina Española a este bulbo (La Casa de Lúculo, el libro que está unánimente considerado la obra más divertida de toda nuestra literatura gastronómica, empieza así la descripción de nuestra mesa: “La cocina española está llena de ajo y de preocupaciones religiosas. El ajo mismo yo no estoy completamente seguro que no sea una preocupación religiosa ...”), algo tan humilde y a la vez tan trascendental pata nuestra idiosincrasia, también se haya prostituido, se haya mancillado, se haya arruinado en beneficio del bolsillo de cuatro especuladores que los están importando de China sin el menor control (se comercializan partidas ilegales procedentes de China, vía Singapur e India, asignadas a Inglaterra mediante el cupo que la UE otorga a cada país, ya que España consume el suyo en apenas tres meses, así que el resto viene de estraperlo), comercializándose por doquier, desde los mercadillos callejeros, hasta los más refinados supermercados (estos fueron comprados en El Corte Inglés).
No es que sienta ninguna simpatía por el senador Montalvo, pero cuando denunció la situación y reclamó algo tan de sentido común como que se exigiese la trazabilidad de este producto, aportando datos de como se estaba especulando con importaciones fraudulentas y sin control sanitario, y la ministra Espinosa le respondió que era algo conyuntural, creo que hubiera sido el momento ideal para envolverla en ristras y enterrarla en cualquier castillo de Transilvania para que dejase de vampirizar a nuestra agricultura, de arruinar nuestra gastronomía, o al menos dejar de decir sandeces.
A mí la política me trae sin cuidado, me refiero a la de partidos e incluso a la de colectivos, para hacer politiqueo y pedir subvenciones está ya la Mesa Nacional del Ajo (hasta hay una Feria Internacional del Ajo donde se dan coba los distintos estamentos gubernamentales, fíjense que entre sus links no aparece ninguno de gastronomía, solo de patrocinadores, politiquilla de pacotilla), porque creo que son igual de golfos los unos que los otros. No me trae ya tan al pairo la explotación de niños en China, porque la esclavitud infantil me produce náuseas, sobre todo si es institucional, o sea, del propio estado, pero en fin ... Pero lo que ya sí que me obliga a echar las campanas al vuelo y gritar el Vía Fora! que pedían los barceloneses medievales cuando su ciudad era violada, es que nos estén arruinando nuestra cocina con ajos que saben a pesticidas y fertilizantes químicos. ¡Me cago hasta en la madre que los parió!
Vuelvo a citar al ínclito Camba: “Es en España, sin embargo (habla de la cocina mediterránea en general), donde el ajo ha tomado verdadera carta de naturaleza ... Pero no todo es ajo, aunque así lo parezca, en la cocina española. Además del ajo, nuestra cocina tiene ...”
¡Ay! Don Julio, si levantase usted la cabeza ...
Mientras Manolo de la Osa, uno de los mejores cocineros españoles de todos los tiempos, deslumbra a medio mundo con creaciones magistrales que tienen como protagonistas los ajos de su pueblo, Las Pedroñeras, en nuestros mercados se especula con algo tan mezquino que apenas si tiene costo (raro es el guiso que admita más de una cabeza de ajos para cuatro personas, o sea ¡menos de 0,03€/por ración!), pero que puede arruinar hasta una deliciosa rueda de bonito, un solomillo de xatu culón, o un lomo de potro.
Si por lo menos los chinos supiesen cultivar los ajos tan bien como han aprendido a hacer las tortillas de patata ...
Qué venga Dios y lo vea..., y a ser posible, que tome cartas en el asunto.
Hemos encontrado algunos artículos e informes que les pueden resultar de utilidad a quienes decidan cabalgar con nosotros en esta Iª Cruzada por la Dignidad de Ajo Nacional:
Junta de Andalucía
Diario El País
Junta de Castilla-La Mancha
Infoagro
Eroski