Restaurante El Candil

Si la diferencia entre un restaurante y una casa de comidas radica en las dimensiones del local, en este caso no existe la menor duda de que está bien ubicado. Si el criterio es el de cocina doméstica, pues ya la cosa cambia porque su carta es la típica de un comedor vasco tradicional.

Cuando el joven Camacho se hizo con las riendas de este conocido establecimiento, los asiduos a la casa temblamos pensando perder los platos de Ramón (así se llamaba el anterior dueño), que eran un verdadero regalo para los amantes de la buena y vieja cocina vasca.
¿Un joven casi recién salido de la Escuela de Hostelería? Seguro que nos abrasa a espumas, crujientes y otras mariconadas al estilo Bulli, pensamos todos los del barrio, pero no solo no fue así, si no que mantuvo estrictamente los antiguos criterios y, pasado ya un lustro desde que se hizo cargo del negocio, su línea parece asegurada.
Buena materia prima, pescados de la zona, guisos tradicionales y esa cierta incomodidad de los locales pequeños que tanto gusta a algunos clientes, sobre todo a los de Gijón y que sólo me imagino que se pueda deber a un equivocado y trasnochado concepto de que contra más grande sea la mesa y mas amplio y mejor decorado esté local, más cruel será la estocada.
Pero como Camacho conoce bien la idiosincrasia de la plaza, pues se viste de forma informal (de calle sin más ni más) y fuerza el tonillo asturianu hasta recordar a Blancanieves, aquella estereotipada abuela que anunciaba la fabada Litoral en la tele.


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