Restaurante Casa Xico

Transcendental reforma que ha convertido la antigua tiendona en un precioso comedor, con bodega de diseño incluida, tanto que temimos lo peor, pero pasados los primeros meses de incertidumbre, la fabada de verdinas sigue estando tan colosal como cuando la probamos la primera vez y el talante familiar, intacto, hasta con el establo enfrente incluido.

En el primer piso han abierto un coqueto comedor, muy en la linea de ese turismo rural que hace estragos por el concejo de Llanes, lo cual, la verdad, es que se agradece, porque las apreturas no eran buenas y desde lo alto se percibe más luz y hasta menos olor a “cuchu”.
Quizás la ampliación de mesas provoque conflicto en los días de mucha bulla, porque, quienes lo conocen, saben que el servicio es prácticamente doméstico y, cuando a Aurina le entra el agobio, es mejor tomárselo con calma.
Sus tortos son crujientes como el hojaldre, sus cebollas rellenas, las de toda la vida, pero donde nadie ha podido nunca acercarse, es a esta casi mágica fabada de verdinas que debería catalogarse como monumento nacional, como reliquia histórica, como patrimonio cultural de la Humanidad (mi querido amigo Andrés Proensa, que no es precísamente amigo de legumbres, las probó con cierto remilgo, pero al cuarto plato, tuvimos que pedirle mesura, temiendo una desgracia).
Con la reforma han incluido una buena bodega, algo que sin duda echábamos de menos, porque estas golosinas, a golpe de Siglo Saco, eran un poco duras de pasar.


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